Con 50 centavos compraba mucho
Alicia, 70 años
Patricia Huerta Lozano
La casa donde yo vivo me salió con escrituras y todo en menos de 50 mil pesos, era lo que costaba, lo que cuesta un coche moderno. Sí estaba muy fea la casa y todo, pero lo que valía era el terreno. La casa la remodelamos cuando estaban chiquitos los niños, como unos 300 mil nos salieron.
A tu mamá le dábamos para gastar 20 centavos. Un día se le fue rodando la moneda de a peso a media calle, se atravesó y la atropellaron por ir detrás de una monedita. Fuimos a dar al Seguro y yo sí dije: pues no fue culpa del que va manejando, fue culpa de ella, que se atravesó y no le pasó pues nada. El señor de que, no pues si quiere que la lleve a algún lado, y yo de no, si yo sé bien que no tuviste la culpa. Y ya fuimos allá al seguro y le hicieron estudios y radiografías y no tenía nada más que el puro aventón. Ya después la regañamos.
Luego, como yo trabajaba tenía horario de DHD (era horario discontinuo), de 8 a 2 y de 4 a 6, algo así, y me acuerdo que ya me estaba cambiando para irme al medio día a seguir trabajando y en eso pues ya ni fui.
Cuando faltaba me descontaban, pero ahí no, porque llevé el comprobante de que estaba en urgencias por una niña que se atravesó la calle. Ganaba tres pesos con ochenta centavos. Después sí se fue la vida muy cara y decían que ganabas millones y millones. Y sí ganabas millones y millones, pero fue cuando ya le quitaron que nuevos pesos, que le quitaron los tres ceros. Ahí he de tener mis billetitos. Ya ni me acuerdo cuándo se devaluó. Creo que con Portillo. En ese tiempo pagabas con un dólar 12.50 de hace mucho tiempo. Luego con el quitar de los ceros estaba como a tres pesos el dólar y de ahí se fue subiendo, subiendo.
Yo no quería casarme ni tener hijos
Santos, 52 años
La verdad estaba bien guapo; todas en la oficina querían andar conmigo por ser el auditor. Menos tu mamá. Todavía me acuerdo cómo me recibió. A su jefe lo habían mandado a otro lado y cuando llegué a que me abriera la oficina me dijo que no, que su jefe no había llegado. Ni le dije nada, sólo intenté abrir la puerta, pero no pude, tenía seguro. Le decía que me abriera la puerta y nada. Siempre fue bien aferrada tu mamá.
Ese día ni se fue a comer sólo para asegurarse de que no intentara entrar. Ahí me esperé, y cuando ya llegó alguien de ahí a saludarme, le explicaron que me habían transferido y esa era mi oficina. A tu mamá se le caían los chones de la pena, perdimos todo el día en ese tema.
Me cayó muy bien desde entonces y la invité a salir una semanas después. Me recomendó el café Europa de Plaza Fiesta Camelinas, y estuvimos ahí. La verdad no esperaba dejar a todas mis novias, pero fue así. Tu mamá les marcó a todas para decirles que me iba a casar, así me lo pidió ella, de veras. A la única que le llamé fue a la Normita, de Tlaxcala, porque llevábamos saliendo seis años. No creía que me iba a pasar, me pidió conocer a tu mamá, y sí la conoció. Siempre le dije que no me iba a casar y que no quería tener hijos, pero ya ves: Dios tenía otros planes.
De tu mamá se decían muchas cosas cuando nos casamos porque era su jefe, le llevaba ocho años y nos habíamos casado rápido. Sólo de acordarme me da coraje, con esas pinches amistades del Seguro siempre se sale raspado. Pero no, yo sabía que quería casarme y ella también quería. Dos años estuvimos viajando por trabajo, ya los dos. Después supimos que te tendríamos a ti y dijimos pues va. Sentí bien feo porque a tu mamá siempre se le complicaron los embarazos. De tu hermano pensamos que ya no salía bien porque había tragado agua; a ti casi te pierde cuando andaban en la carrillera, a los siete meses.
Fuimos a darle gracias a la Virgen de San Juan porque íbamos a tener nuestro primer bebé. No sabíamos qué eras, si niño o niña, pero teníamos que dar gracias. El camino no era como el de ahorita, hacíamos como seis horas y había tramos con puras piedras. De tanto brinco casi te sales, pero ahí atendieron a tu mamá unas monjitas y todo bien. Ya cuando tenías los nueve meses no te movías; desde chiquita te costaba despertar porque andabas bien, pero no salías, así que te sacaron. Tu hermano sí salió, pero era un tragón, así como ahora, y tragó líquido. Gracias a Dios están bien. Mis niños. Ahora también está mi Asher, a él sólo lo vi y lo quise. Es un buen perro.
Nota
Tres aspectos para tomar en cuenta sobre los textos orales:
Realicé entrevistas a mi familia sobre cuánto se podía comprar con 50 centavos y cómo fue que se casaron mis padres. Las respuestas a veces eran vagas, por eso es importante efectuar una entrevista que parezca espontánea, cuyas preguntas puedan generar confianza y, finalmente, permitan construir con cada detalle una pintura o una historia.
Como poeta, ¿qué me parece interesante de trabajar con narraciones orales? Me parece interesante que la tarea poética ya no remite a la creación de una historia, más bien remite a ser editora del texto de otra persona.
Patricia Huerta Lozano (Morelia, Michoacán, 1998). Es autora de Mermaid Blue (Grafógrafxs, 2021) . Aparece en la antología Yo quería llamarme Emilio, como tú, y otros poemas (Grafógrafxs, 2021). Colaboró con un retrato poético en la publicación Selfie poética (2020) a cargo del Complejo Cultural los Pinos. Es coordinadora del club de lectura para adolescentes de la UNAM Centro Cultural Morelia e integrante del taller de poesía de Grafógrafxs.