ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Poemas[*]

Elena Anníbali

 

 

en el pavimento

 

en el pavimento queda

por la tarde

la sangre seca

de las perras en celo

 

algunos

las agarran del cuello y las hacen morir:

no soportan la libido gloriosa

que alborota los machos

los mechones de pelo en las puertas de alambre

el olor rijoso del orín

en los carteles de las tiendas

 

las perras son dóciles al entrar

en las bolsas de nylon

obedecen y se pliegan al tamaño

enarcan los huesos

se acomodan a la muerte

al silencio

 

conozco esa mansedumbre de haberla ejercido

 

basta tocar la marca roja en el cuello

para evocar soga y dueño

pero yo mordí la mano

y ahora tengo esta libertad

grande

en que me asfixio

 

 

 

 

I

 

señor, vos le diste a mi hermano un ford falcon rojo

para llegar a la casa de la niebla

 

y después qué

 

le dijiste?

le explicaste que el camino estaba cortado?

¿que el motor estaba roto?

¿que todo estaba roto?

¿que no había vuelta?

 

¿qué hiciste, cómo

para convencerlo?

 

para que te diera la mano

se sentara en la sillita de mentira

dejara que la oscura hostia de tu nombre

le llegara a la boca

 

¿o le metiste una piedra?

o una moneda, un gancho,

un papelito

 

de dónde lo enmudeciste, lo hiciste

olvidar

olvidarnos

 

qué señas le habrás hecho para que en vez de volver a casa

apagara el motor del falcon

se escurriera de la sedosa perfección del cuero

de la música en la radio

del ronroneo cachondo del auto

y se bajara con vos

para ir adónde

 

¿a cazar pajaritos?

¿a ver el dorado pasto extinguirse tras el fuego del invierno?

¿a romper el cristal del agua para que beban las crías?

 

o era verano, quizá, por entonces

y le diste el agua peligrosa de tu cielo

 

entradora, el agüita, sí

clarita, el agua, bueno

pero detrás de eso vos sabés que un agua así da más sed

uno se entierra más en el pozo

y más

hasta echarse tierra en el lomo

 

y ni el ángel constante y poderoso de los molinos de viento

puede salvarte

no

 

¿sabías que mi hermano iba a decir sí?

cuando viste el polvito que levantaba el falcon rojo en el camino

no pensaste dejarlo ir?

 

aunque sea, señor, porque él era toda belleza,

a esa edad,

toda alegría

toda

razón de ser

 

 

 

 

VI

 

muchas veces fuimos pobres

no había dinero para ropa o música, pero

el taladro magnífico de dios

caía contra la mañana

 

las palomas se desbandaban

como si vieran

la comadreja o el halcón

 

un pedazo de mí entraba en la amargura

como en el pozo del molino

donde la serpiente infectaba

el agua de beber

 

yo tenía pocos años y ya era

rigurosamente anciana

 

sabía que el altísimo podía aplastarme la cabeza

enfermar nuestras ovejas

quitarnos el verano, la poca dicha

 

pero igual miraba siempre para arriba

y bajito decía

que sí, señor, venga a mí la destrucción

lo que deba venir

soy tu surco, señor,

soy tu surco

 

 

 

 

S/T

 

haber abandonado qué?

haber conseguido qué?

la belleza la costumbre el trapo

 

yo esperé largo pero no vino

nadie a verme en mi silencio yo esperé pero

no vino nadie a verme en toda muerte

 

estuve ausente yo o todos los que amé estuvieron ausentes

o estuve ciega yo y no vi nada más que el mendrugo en la mesa el hijo

en la cama, helado, el hombre de mi lado frío, el ladrillo de mi casa

cayéndose, quebrado, el perro que guardé rabioso

 

estuve ausente yo o el infierno estuvo

en el ojo que vio caer la tarde, porque el infierno no está

arriba o abajo, sino a nivel de las cosas elementales:

grano abierto en la lluvia o sapo, o entero

cadáver desmigajándose por el verano, como una hogaza yéndose

hacia lo invisible

 

estuve ausente yo o me llené de ceguera y no pude

ver cómo de a poquito se fue el padre y los amigos, el verano altísimo

y duro en que perdí todo lo que había para perder y me llené la boca

de esta arena caliente en que hube de construir todo lo ido, lo seco

lo difícil

 

vine y no estuve, o nadie

estuvo, o desaparecimos de a poco, borrándonos

como se borra el campo en la mansa precipitación

de la noche

 

 

 

 

S/T

 

No he enloquecido.

No he disparado contra otros, ni contra mí.

No he arrancado las modestas flores del patio.

No envenené agua ni platos de comida.

No he dejado palabras impuras en mí, todas las he lanzado al viento.

No he diseminado horribles verdades.

Neferet, no he corrido contra el viento. Ni a favor de él. No he corrido, porque correr es un énfasis del cuerpo.

He respetado el Verbo.

No he necesitado develar el verdadero rostro de las gentes.

No he cosechado fruta verde.

He compartido las cargas de los que estaban cerca.

No tapé los espejos durante las tormentas ni en la muerte de los que amé.

No he perturbado las estaciones con perfumes atmosféricos.

No corté mi pelo ni mis uñas sino fue por higiene, nunca por vanidad.

No he alargado la agonía de Argos, mi perro.

No he deseado que regrese la juventud a mi cuerpo.

No he planeado que regresaras. Estamos repartidos en dimensiones floridas y distantes.

No hablé lenguas.

No insistí en que estuvieras.

No he abierto puertas ajenas. Sí abrí, Neferet, puertas al vacío.

No mentí aunque conviniera.

No he criado serpientes en mi corazón.

No he olvidado aquella tarde.

 

 

 

 

S/T

 

Es la siesta. Tengo, sobre mi corazón,

el libro de Ishiguro Never let me go.

En la penumbra de la pieza, flota la mariposa gris que de noche

roe la ropa y hace el mismo ruido que los muertos hacen

cuando escarban los muros.

La veo golpearse contra el vidrio; su cuerpo es un solo ojo

hacia donde ella cree está la salvación. Y entonces digo

Señor, no me des la esperanza, la fe.

Señor, no permitas que me queme en la luz aparente

de los faroles a gas. He aprendido a caminar en la sombra,

a encontrar mi ropa, allí, el vaso de agua. He aprendido

a no tropezar con los muebles.

No me hagas pensar ahora, Señor, en el fuego.

 

Elena Anníbali (Córdoba, Argentina, 1978). Es licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba. Se ha dedicado a la docencia secundaria y universitaria. Dicta talleres y seminarios de poesía argentina. Entre los libros que ha publicado se encuentran Las madres remotas (Cartografías, 2007 – Buena Vista, 2017), La casa de la niebla(Ediciones del Dock, 2015) y El viaje (Editorial Salta el pez, 2021). Parte de su obra ha sido traducida al portugués, inglés, griego e italiano.

 

 

[*] Estos poemas forman parte de los libros tabaco mariposa (Caballo Negro, 2009), La casa de la niebla (Ediciones del Dock, 2015), Curva de remanso (Caballo Negro, 2017) y El viaje (Salta el pez ediciones, 2021).