Poemas[*]
Elena Anníbali
en el pavimento
en el pavimento queda
por la tarde
la sangre seca
de las perras en celo
algunos
las agarran del cuello y las hacen morir:
no soportan la libido gloriosa
que alborota los machos
los mechones de pelo en las puertas de alambre
el olor rijoso del orín
en los carteles de las tiendas
las perras son dóciles al entrar
en las bolsas de nylon
obedecen y se pliegan al tamaño
enarcan los huesos
se acomodan a la muerte
al silencio
conozco esa mansedumbre de haberla ejercido
basta tocar la marca roja en el cuello
para evocar soga y dueño
pero yo mordí la mano
y ahora tengo esta libertad
grande
en que me asfixio
I
señor, vos le diste a mi hermano un ford falcon rojo
para llegar a la casa de la niebla
y después qué
le dijiste?
le explicaste que el camino estaba cortado?
¿que el motor estaba roto?
¿que todo estaba roto?
¿que no había vuelta?
¿qué hiciste, cómo
para convencerlo?
para que te diera la mano
se sentara en la sillita de mentira
dejara que la oscura hostia de tu nombre
le llegara a la boca
¿o le metiste una piedra?
o una moneda, un gancho,
un papelito
de dónde lo enmudeciste, lo hiciste
olvidar
olvidarnos
qué señas le habrás hecho para que en vez de volver a casa
apagara el motor del falcon
se escurriera de la sedosa perfección del cuero
de la música en la radio
del ronroneo cachondo del auto
y se bajara con vos
para ir adónde
¿a cazar pajaritos?
¿a ver el dorado pasto extinguirse tras el fuego del invierno?
¿a romper el cristal del agua para que beban las crías?
o era verano, quizá, por entonces
y le diste el agua peligrosa de tu cielo
entradora, el agüita, sí
clarita, el agua, bueno
pero detrás de eso vos sabés que un agua así da más sed
uno se entierra más en el pozo
y más
hasta echarse tierra en el lomo
y ni el ángel constante y poderoso de los molinos de viento
puede salvarte
no
¿sabías que mi hermano iba a decir sí?
cuando viste el polvito que levantaba el falcon rojo en el camino
no pensaste dejarlo ir?
aunque sea, señor, porque él era toda belleza,
a esa edad,
toda alegría
toda
razón de ser
VI
muchas veces fuimos pobres
no había dinero para ropa o música, pero
el taladro magnífico de dios
caía contra la mañana
las palomas se desbandaban
como si vieran
la comadreja o el halcón
un pedazo de mí entraba en la amargura
como en el pozo del molino
donde la serpiente infectaba
el agua de beber
yo tenía pocos años y ya era
rigurosamente anciana
sabía que el altísimo podía aplastarme la cabeza
enfermar nuestras ovejas
quitarnos el verano, la poca dicha
pero igual miraba siempre para arriba
y bajito decía
que sí, señor, venga a mí la destrucción
lo que deba venir
soy tu surco, señor,
soy tu surco
S/T
haber abandonado qué?
haber conseguido qué?
la belleza la costumbre el trapo
yo esperé largo pero no vino
nadie a verme en mi silencio yo esperé pero
no vino nadie a verme en toda muerte
estuve ausente yo o todos los que amé estuvieron ausentes
o estuve ciega yo y no vi nada más que el mendrugo en la mesa el hijo
en la cama, helado, el hombre de mi lado frío, el ladrillo de mi casa
cayéndose, quebrado, el perro que guardé rabioso
estuve ausente yo o el infierno estuvo
en el ojo que vio caer la tarde, porque el infierno no está
arriba o abajo, sino a nivel de las cosas elementales:
grano abierto en la lluvia o sapo, o entero
cadáver desmigajándose por el verano, como una hogaza yéndose
hacia lo invisible
estuve ausente yo o me llené de ceguera y no pude
ver cómo de a poquito se fue el padre y los amigos, el verano altísimo
y duro en que perdí todo lo que había para perder y me llené la boca
de esta arena caliente en que hube de construir todo lo ido, lo seco
lo difícil
vine y no estuve, o nadie
estuvo, o desaparecimos de a poco, borrándonos
como se borra el campo en la mansa precipitación
de la noche
S/T
No he enloquecido.
No he disparado contra otros, ni contra mí.
No he arrancado las modestas flores del patio.
No envenené agua ni platos de comida.
No he dejado palabras impuras en mí, todas las he lanzado al viento.
No he diseminado horribles verdades.
Neferet, no he corrido contra el viento. Ni a favor de él. No he corrido, porque correr es un énfasis del cuerpo.
He respetado el Verbo.
No he necesitado develar el verdadero rostro de las gentes.
No he cosechado fruta verde.
He compartido las cargas de los que estaban cerca.
No tapé los espejos durante las tormentas ni en la muerte de los que amé.
No he perturbado las estaciones con perfumes atmosféricos.
No corté mi pelo ni mis uñas sino fue por higiene, nunca por vanidad.
No he alargado la agonía de Argos, mi perro.
No he deseado que regrese la juventud a mi cuerpo.
No he planeado que regresaras. Estamos repartidos en dimensiones floridas y distantes.
No hablé lenguas.
No insistí en que estuvieras.
No he abierto puertas ajenas. Sí abrí, Neferet, puertas al vacío.
No mentí aunque conviniera.
No he criado serpientes en mi corazón.
No he olvidado aquella tarde.
S/T
Es la siesta. Tengo, sobre mi corazón,
el libro de Ishiguro Never let me go.
En la penumbra de la pieza, flota la mariposa gris que de noche
roe la ropa y hace el mismo ruido que los muertos hacen
cuando escarban los muros.
La veo golpearse contra el vidrio; su cuerpo es un solo ojo
hacia donde ella cree está la salvación. Y entonces digo
Señor, no me des la esperanza, la fe.
Señor, no permitas que me queme en la luz aparente
de los faroles a gas. He aprendido a caminar en la sombra,
a encontrar mi ropa, allí, el vaso de agua. He aprendido
a no tropezar con los muebles.
No me hagas pensar ahora, Señor, en el fuego.
Elena Anníbali (Córdoba, Argentina, 1978). Es licenciada en Letras Modernas por la Universidad Nacional de Córdoba. Se ha dedicado a la docencia secundaria y universitaria. Dicta talleres y seminarios de poesía argentina. Entre los libros que ha publicado se encuentran Las madres remotas (Cartografías, 2007 – Buena Vista, 2017), La casa de la niebla(Ediciones del Dock, 2015) y El viaje (Editorial Salta el pez, 2021). Parte de su obra ha sido traducida al portugués, inglés, griego e italiano.
[*] Estos poemas forman parte de los libros tabaco mariposa (Caballo Negro, 2009), La casa de la niebla (Ediciones del Dock, 2015), Curva de remanso (Caballo Negro, 2017) y El viaje (Salta el pez ediciones, 2021).