ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Nos metemos excesivamente con los muertos

José Rui Teixeira

 

 

I

 

Nos metemos excesivamente con los muertos, me decías.

Sus ojos negros, acuáticos, misteriosamente

náufragos del tiempo como momias de niños

enfermas del amor de los padres o árboles quietos

ensimismados sobre su propia soledad.

Aun así observo demoradamente tu desnudez

sin olvidar que también morirás un día.

 

 

Háblame secretamente de las magnolias, del modo

como caen los pétalos sobre la tierra en los últimos días.

Los que no saben de la súbita blandura de las mañanas

recogen silenciosamente fragmentos de la luz de marzo.

Pero tú nunca caminas sobre el trigo, ni asistes

a la devastación de un amor más grande que la muerte.

Derramarás tu sangre en la tierra incendiada

para que lloren las flores el ineludible desenlace del invierno.

 

 

Nos metemos excesivamente con los muertos.

Descarnamos sus huesos como si nos ardiesen

las extremidades de los dedos y ladrillos dorados

nos pesaran sobre los relieves de las manos.

 

Me detengo en los silencios descosidos

de tu ropa adentro, en la extrema soledad

que anochece la tundra contra el hambre

esférica en el cielo de la boca o lenguas de fuego

sobre nuestras cabezas.

Serás como el fin del mundo en una caja

a los pies de la cama o la suspensión

demorada en el crepitar de las ausencias.

 

 

Hubo un tiempo en que yo desconocía el miedo.

Dios aún amaba a los hijos de los hombres

cuando, años más tarde, dejó de llover.

Cayó un libro de tus manos como presagio.

Es verdad que todavía espero el rumor blanco de las planicies,

la superficie de la mañana, tu boca como el estío.

 

 

 

II

 

Hubo un tiempo en que yo desconocía el miedo.

Los días eran como tangerinas en las letanías

de julio y mi madre buscaba en el fondo

de la mañana mi cadáver. Su cuerpo pendía

sobre una secreta forma de arrepentimiento,

orgánica como lamentaciones en las paredes del esófago.

 

 

De pronto, la palpación de un soplo, un estremecimiento.

Los frutos en el suelo antes de tiempo, un amor inconfesado

o una rara proporción en los segmentos blancos de los dedos.

 

 

Mi madre retenía en las manos la aterradora

exactitud de la muerte. Durante años la guardó

como una lámina sobre el corazón.

Un día, un gato escatológico deletreó su

nombre. Creí que era Dios. Cerré las manos

contra los higos con miedo del invierno.

 

Traducción de Sergio Ernesto Ríos

 

José Rui Teixeira (Oporto, Portugal, 1974). Realizó estudios en Teología y Literatura. Entre sus publicaciones se encuentran Antípode (2017), Habeas corpus (2022) y Uzume (2024). En 2009 se publicó una antología de su obra poética: Diáspora.