Poemas para una poeta que se va
Pablo Piceno
estábamos a media luz
a media oscuridad
a medias
estamos
cuando aparezca la noche
o aparezca el día sin ocaso
ya no estaremos y será una lástima
parte de lo que soy es absolutamente todo
como lo que fui contigo
por no haber sido
se mantiene en mi memoria
—en mi mente llueves todo el día
tu memoria me inunda en una selva poblada de animales raros
y frutos que maduran y no terminan de brotar—
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otro recuerdo:
el verano pandémico
oyendo a Tangana y comiendo las palabras sobre la Colonia como un placer culposo
tu tatuaje recién vuelto un globo aerostático
un fuego mántrico tu sonrisa sobre todo cuando algo se volvía solemne
tu burla de las entidades metafóricas
de la trascendencia
Tus talleres con los niños de poesía sobre árboles y jardines y hongos arbitrarios
el halo de la infancia en pleno
luego darnos besos y coger sobre un sillón maltrecho remedo de la artillería pesada de algún revolucionario discurso de Carcaño
apelmazarnos y hacernos —que término raro— el amor
poco más
tu sonrisa abarcándolo todo
un globo terráqueo con los países revueltos las capitales occipitales del neurocráneo que era mi desolación buscando solaz
tu mirada el axis mundi
tus manos aligerando el peso de existir en un mundo en el que la poesía no vale nada
tu poesía aligerando la poesía que no vale nada
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algún día cercano partirás
a las tierras del maple
como partiste esta tierra
(estas aguas si se quisiera ser bíblico
cf. abrir paso a la libertad)
y todxs cuantxs nos quedamos
llegará el día en que querremos emigrar adonde estés pero habrá pasado tanto que no lo sabremos
nuestro sino será ir errando por la tierra que partiste remendando sus trocitos
qué bastardo amor nos legas
la ceguera de buscarte en los escombros que no eran
cuando a tu sombra nos sentamos a cantar la plasticidad del mundo, un wokcito en la sala de tu casa, la alegría
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qué recuerdos
Jorge Drexler en la carretera México-Puebla
tu planeta de los furros y el omegle
tu molestia de que siempre reine la poesía blanca
y las quejas porque la empleada doméstica exija una paga justa
tu objeción a todo eso
el letrero de no dejar de amar nunca
colgando de tu frente
tu tapete de bienvenida que rezaba
Este mundo es una mierda
Pero nos tenemos a nosotrxs y a mis gatos
o a la inversa
tu demencia miscelánea
la cordura que me dejó pensativo
desde el día que llegaste con una mochilita pidiendo ride a Querétaro y el deseo de ir tan ligero como tú
sin tanta paja
toda instantánea de ti que no tiene final
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esa vez en el barroco
con ojo crítico y moreno valle vivo
interviniéndonos los celulares
y que al salir a petición de un servidor leíste
mi tío guille es puto
(qué risa el útero del amor
qué tanto anida en él)
leímos un ensayo de Montalbetti o leí
para darle un marco teórico a nuestro deseo de decir
qué derroche del gasto público y qué barroco el barroco para unas calles tan pobremente pavimentadas
la lava del idioma que era lava de un popo adormentado
la hermosura del paisaje que años después verías a diario
pensando en Puebla con más ternura y cuidado que tanto poeta y esteta que se ha ido y desdicho maldecido nuestro ranchito empanizado y mochilón
soltando otra moraleja:
el secreto de querer lo amado
está en querer quererlo
el resto es vanitas vanitatum una obcecación
un desierto por corazón
una coraza
Pablo Piceno (Wolfsburg, Alemania, 1990). Estudió Literatura y Filosofía en la Universidad Iberoamericana, campus Puebla. Es autor de Metáfora del sol ilustre (Proyecto Literal, 2017). Fue beneficiario del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2016-2017). Obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino 2018 por La castellana errante.