Pollos “El Éxtasis de Santa Teresa”
Atahualpa Espinosa
Buscaba trabajo y cuando me dieron trabajo, no había tiempo de sentirme miserable, cantaba una banda llamada Los Pérez porque vivían en el país de la ocde que trabaja más horas promedio o por cabeza, dado que el índice de población per cápita es uno.
Él dejó de ser alguien con tiempo de escuchar verdades en los huecos del paisaje lunar del tirol sobre las paredes de la casa.
Caminar como quien avienta canicas por calles que dejan perplejas a las canicas que las ven por primera vez, una forma horizontal de caer. No teleológica, sino algo que se descuelga interminablemente. Presenciar en su materialidad los rótulos que nutren las cuentas de rótulos en Instagram.
Ella tenía un sueño, diría proyecto, pero no había desglosado aún el presupuesto ni había dedicado líneas inspiradoras a la misión-visión de una serie de poemas con los rótulos de pollerías. O tal vez no poemas, coleccionar los nombres de los rótulos, ya se vería para qué. Pollo Rock, JuguiTortiPollo, Fray Chicken, todos más reales de lo que ahora él quisiera.
Uno de los rótulos le llevó a ella, en el consabido uso de la palabra como trampolín (otra forma horizontal de caer) a la sociedad secreta de poetas místicos que se encontraban en el punto Dios, interfaz para el sexo a distancia. Santa Teresa y San Juan de la Cruz fueron integrantes simultáneos; ella unas décadas mayor, pero no es que fueran a detenerse por minucias.
A él le sorprende haber sentido sorpresa de que el mundo de las rosticerías fuera tan afín a la iconografía católica, saltando a la vista el aspecto sacrificial y más. Aquí la crucifixión es giratoria, el cuerpo entero se ofrece a la mirada como anunciando un mayor índice de santidad por centímetro cuadrado que debe atestiguarse.
Caminar y conversar largamente hasta salir del tiempo, no se ha inventado mejor aplicación para sentir la cercanía de la parte intangible de una persona (a falta de credencial como poetas místicos). Lo pensaría como quien así lo desea, como aquel que dijo “no puede inventarse algo que funcione como cuchara y sea mejor que una cuchara”, aquel que en su tiempo fue tomado por la mayor mente de la filosofía, y miren dónde está hoy: muerto.
Formas, en fin, de transitar el día. Facilitadas solamente por trabajar a medio tiempo y vivir en pareja bajo esquema DINK: doble ingreso (que aquí apenas integraba uno entero), no hijos; y esa última ausencia, entre otras, fue el paso en falso que desbarranca, forma vertical de caer. Es decir, ahora sí teleológica con meta en separación.
Deseo nulo de reproducirse, una de esas cosas que él suponía le hacen ser lo que es (léase en tono de envanecimiento) y que, ahora sabe, sólo le hacen ser quien es (léase en tono de aceptación desolada). Como la ausencia de fe en Dios, que no es, ya lo decían los escolásticos, extraíble de un sombrero detrás de un conejo. ¿De cuál pozo se extraen los deseos de reproducción? No es que él desee desearlo, es sólo perplejidad.
Analfabeta para leer las señales que delatan el paso del tiempo, ese del que había creído salir durante aquellas caminatas. Señales que llegan por oleadas, porque el tiempo disfruta agazaparse, espera su propia llegada arrinconado en tanto puede, aun siendo uno solo tender una emboscada sin ayuda por todos los frentes.
Ella le conocía mejor que él mismo, y si ya no está, ¿es entonces un desconocido? Dejar de hacer amigos y empezar a hacer extraños.
Ahora, con ojos cerrados, él siente cómo las líneas que lo tejen se fugan en aquellas tardes en paseos de conversaciones sin rumbo. Ella, la sonrisa desenvuelta y piel suave en rótulos de pollerías.
Hay un delicado entramado, poleas y manivelas aceitadas con abstracciones, que desgasta y retuerce, incrementa la fricción ejercida sobre las personas solas. El efecto, mucho más sencillo que lo anteriormente descrito: cuesta más dinero vivir solo.
Ese medio ingreso requirió volverse un entero, como venía diciendo, aunque había razones adicionales. Si una persona sola trabaja, dicen, ya no hay tiempo de sentirse miserable. El tiempo deja de agazaparse. Extintas las caídas horizontales, sólo un suave deslizamiento en plano galileano y la espera del final que todo lo resuelve.
Atahualpa Espinosa (Zamora, Michoacán, 1980). Autor de los libros El centro de un círculo imaginario (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007), Violeta intermitente (Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2002) y Final con grillo (Grafógrafxs, 2022). Hace radio (aunque cada vez menos) y tiene una columna sobre música en La Tempestad. Está informalmente incorporado al sector precario del gobierno federal desde 2009 y es empleado de dos gatos.