ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Antiedípico

Ricardo Aguirre

 

 

Ensamblado a la máquina desde hace 26 años.

Los fluidos corren por mis venas. 

 

Deseo,

deseo,

deseo.

Máquinas por doquier chorrean,

comen,

cagan.

Soy el cuerpo sin órganos

que pone la boca en el seno

de mamá,

atravesado por una cadena: 

 

Producir,

producir,

producir. 

 

Soy un huevo

ciego ante el ensordecedor chirrido. 

 

Welcome to the machine, dijo mi padre

mientras averiaba mi alma. 

 

Tengo miedo a la carencia, al fantasma del opresor. Soy el cruce de los ejes

de la infinitud, 

el pulso del esquizo está

más abajo de papá y mamá

y Edipo se disuelve en mis

manos cuando señalo a la nada

y golpeo a la sombra, escurridiza, doblemente chirriante. 

 

“Soy mi hijo, mi padre, mi madre y yo”. 

 

Deseo la repulsión de mis órganos ficticios, que alguna vez produjeron paranoicos,

correr tras la línea de fuga mientras mi territorio se eleva 

en el rizoma de los vórtices. 

 

He visto a mis ami-máquinas

terminar en el autismo del disociar en el tiempo y el espacio. Productos acabados en el desgaste, hasta la fractura.

Deseo que deseo,

el esquizo para mi regreso: 

 

Can you hear me, Major Tom? 

 

Habitar Marte y

la sexta corona de 

Saturno, mientras beso

la luna. 

 

No quiero adolecer en el segundo duelo 

del matar al

objeto perdido. 

 

La falta como insurrección, antiproductividad

como escape

infinito. 

 

Hay una energía corriendo como el numen y sueño que

tengo una corona

que anida mi cuerpo 

mientras la sirena parece

no dejar de sonar.

Alucino en el agobiante mensaje del mass media, me despido de mis amigos.

Stay Home 

se repite en plural,

ayer he tosido mis miedos

en la fiebre de un domingo espejo, en las mañanas sin fondo,

con la cara llena de gel antibacterial. “No hay dónde aterrizar”

y Musk pone los ojos

en la luna,

sobre

la basura espacial... 

 

God save the 4T

oremos por la nueva normalidad y los viejos azotes,

revestidos de

distancia...

 

 

Entrevista

 

Como si se tratara del curso délfico lezamiano, con lecturas que dejan la mano pensativa, todas las preguntas y largas charlas, asoma una generación interesantísima del taller de poesía de Grafógrafxs. Ricardo Aguirre inauguró la colección Pasavante de ediciones digitales de la revista. Es estudiante de posgrado en la Facultad de Antropología de la uaem y su primer libro es un nuevo capítulo de la estética punk & limbo subterráneos que estaba insinuada, en la primera década de este siglo, en la obra del irredento Alonso Guzmán. Mientras Bolsa de mareos amalgama biografía + oralidad, sus nuevos poemas recuerdan ese influjo teórico que en los setenta se coló a la poesía de Coral Bracho & David Huerta. 

 

Grafógrafxs: En lo creativo, ¿qué diferencia encuentras entre las reflexiones teóricas de tu carrera, el tocar un instrumento y componer, y el escribir?

 

Ricardo Aguirre: Es una pregunta difícil, ya que son tres ámbitos de mi vida cotidiana. Podría decir que en la cuestión teórica mi parte creativa en ocasiones es más reservada porque tiendo a sobrepensar y analizar lo que voy a proponer como reflexión teórico social. Esto debido a la tradición de las ciencias sociales en la cuestión de la interacción de su comunidad. Cuando alguien trata de opinar o posicionarse desde cierta corriente, algo ya tiene asegurado, y eso es la desacreditación de lo que conoce o estudia. No digo que esto no suceda en el ámbito musical o poético, pero habitar en el punk es hacerlo tú mismo, y eso me fortalece para componer con mis amigos, sin temor a la crítica; lo que queremos es mandar un mensaje, ese es el posicionamiento más radical que me motiva a seguir en el movimiento punk. En la poesía he encontrado la misma fortaleza. Convivir con tantos amigos gracias al taller de poesía me permite entender que hay muchas personas que, al igual que yo, tratan de expresar, decir, contar algo. Ese proceso me ayuda a crear mis escritos-versos porque me siento en confianza y aprendo mucho de la retroalimentación de mis amigos. Es como ir al psicólogo de manera gratuita, pero siempre sonriendo (risas).

 

Grafógrafxs: ¿Qué encuentras de especial en la escritura?

 

Ricardo Aguirre: El ejercicio de descentrarme para entender al otro y para entenderme a mí como agente que ha interiorizado diversas prácticas y tiene una historia es la parte medular para seguir conociendo el mundo literario. Eso me incentiva a seguir escribiendo, a tratar de hacer que las voces que alguna vez se impregnaron en mí se materialicen, que el lector conozca esas otredades que han sido silenciadas o negadas sistemáticamente, a tal grado de haberlo naturalizado como práctica cotidiana.

 

Grafógrafxs: ¿Cómo has vivido el confinamiento?

 

Ricardo Aguirre: Digamos que al principio no me costó trabajo porque regularmente la paso encerrado en casa por gusto a la soledad, pero el encierro obligatorio comenzó a generar estragos no sólo en mí, sino en mis familiares y amigos después del segundo mes. Lamentablemente perdí a uno de mis grandes amigos en medio de esta pandemia. Despedirme de él bajo las medidas de la sana distancia fue algo que me impactó de una manera brutal, como diría Byung–Chul Han, el quedar huérfanos de nuestros rituales nos prepondera a la vulnerabilidad de no superar los duelos de la manera a la que estamos habituados por nuestras tradiciones. Eso y no poder ver a mis amigos con quien convivo para hacer y escuchar música, así como para hacer las tocadas de punk (aprovecho siempre para mencionar a mis hermanos del Toluca Mosh… No te detengas) afectó mi nervio trigémino y ahora sé lo que es vivir dopado, ya no de coto, como cuando escuchaba a los Ramones en la adolescencia. No me victimizo, porque eso desde siempre me ha parecido una paja, pero trato de hacer catarsis leyendo, escribiendo y tocando el bajo a la media noche. Las noches en vela son buenas compañeras para desahogar todo en tinta mientras escuchó a Dinosaur jr. 

 

Grafógrafxs: ¿Qué sucedió para ti & alrededor luego de publicar Bolsa de mareos?

 

Ricardo Aguirre: Me motivó y me sigue generando la misma sensación de continuar escribiendo para tratar de plasmar lo que sucede a mi alrededor. Ahora quiero continuar en el camino del aprendizaje literario para poder capturar de muchas otras maneras lo que veo, percibo, recuerdo y siento. A mi alrededor encontré buenas críticas que me ayudan a seguir mejorando mi escritura. Algunos amigos se han acercado a mí para decirme que quieren ser partícipes de los talleres, y creo que eso es muy chévere porque da pauta a que muchos más puedan expresar sus sentires, a que Toluca-Metepec tenga más voces de todo lo que sucede acá.

 

Grafógrafxs: Como estudiante e interesado en el tema, ¿tienes alguna visión de lo que será el futuro de la educación?

 

Ricardo Aguirre: Creo que la mayoría podría decir que la vía online será la nueva manera del proceso de enseñanza-aprendizaje, pero esta modalidad se encuentra en plena gestación. Hace más de una década los países denominados de primer mundo lo intentaron como un experimento para entender hasta qué punto la figura del docente era necesaria o lo contrario. El resultado fue que la vía online no dio frutos más allá de un primer periodo. Por tanto, la tradición escolar siempre demanda interacción social, de ahí que la etimología docens, docentis, docere aluda a quien enseña. Tal vez generacionalmente algún día ese proceso online pueda darse de manera total, pero por ahora nos quedan algunos años de la escuela tal como la conocemos, ya que nos enfrentamos a una realidad que aún no se reconoce y vive sin la convivencia sociocultural. 

 

Ricardo Aguirre (Toluca, 1993). Licenciado en Antropología Social y Maestrante en Estudios de la Cultura por la UAEMéx. Es miembro de la banda de post-punk Hel y del taller de poesía de la revista grafógrafxs.