ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Gerardo Villanueva,
Calabozo Cuatro,
México,
Periferia Escribidores Forasteros, 2019.

Calabozo Cuatro, de Gerardo Villanueva

Selina Guadalupe Peña Salgado

 

Calabozo Cuatro (17-19 de abril, 2010) relata, por medio de enunciados y versos ordenados, la historia del boxeador venezolano Edwin “El Inca” Valero.

Las letras del poeta mexicano Gerardo Villanueva tienen un estilo único que ha sido reconocido; prueba de ello es el Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños, al que se hizo acreedor en 2012. Sin embargo, Calabozo Cuatro no está dirigido al público infantil, puesto que se refiere a una caída de la cima del mundo del boxeo, la de un campeón de peso pluma.

Valero escribió su historia con los puños: “a mí me gusta a puño, a mí me gusta partirme la cara con un hombre que esté enfrente de mí”. Las palabras del boxeador retumbaron en las pantallas de la televisión de esos años y se retoman en los primeros versos de Gerardo Villanueva. El campeón que salió de las calles más pobres de Venezuela encontró su camino a la cima a través de los duros golpes propinados por su izquierda, traducidos en 18 nocauts consecutivos en el primer asalto.

Hugo Chávez, personaje destacado en la historia de su nación, se impregnó en la piel de Valero. El pugilista tomó el rostro de su héroe y bandera para llevarlos marcados en su pecho con un tatuaje.

Un punto de inflexión en la carrera del boxeador venezolano lo constituyó el hecho de que se cancelara su participación en Estados Unidos por un accidente en el que se fracturó el cráneo; una dura caída fuera del cuadrilátero.

Las palabras de Villanueva se vuelven más desgarradas al referirse al odio, a los pensamientos destructivos que se generaron al apagarse las luces de la carrera del púgil tras caer de una Harley.  A los veintiocho años, las batallas de Valero se quedaban en el limbo.

La historia no sólo recurre a los pensamientos del pugilista, sino a los momentos de recuperación, a la impotencia ante el futuro y los recuerdos relacionados con sus hijos, a quienes deseaba mandar a estudiar a Tokio. Estos elementos forjan un halo de cercanía con el personaje, pues permiten ver más allá de la historia difundida por los medios.

La oscuridad se apodera de las letras, la decepción y la tristeza se entrelazan al alcohol y las drogas; los vaivenes de pensamientos y recuerdos de la época dorada llegan como flashes en la narración. El diablo, la figura de Valero, se transforma de a poco entre las líneas.

Diálogos sordos y caídas cuestionan su regreso a los cuadriláteros para ocupar su lugar de campeón; la sangre hierve. Con la ira, los demonios se vuelven poderosos. La escena concluye con el cuerpo de Jennifer Carolina Viera, esposa de Valero, sin vida en una habitación de hotel, y el famoso pugilista aturdido por los efectos del alcohol y las drogas. Por ese golpe bajo Valero fue encarcelado. Días después se quitó la vida dentro de un calabozo.

La poesía de Gerardo Villanueva desenmascara la vida y la obra de un campeón “quebrantahuesos” para acercarnos a los avatares de Edwin “El Inca” Valero.

 


Selina Guadalupe Peña Salgado (Villa de las Flores, Coacalco, México, 1994). Estudió la licenciatura en comunicación en la Universidad Autónoma del Estado de México, Unidad Académica Profesional Huehuetoca. Es coeditora del Portal diario del estado de México.


Calabozo Cuatro, de Gerardo Villanueva

Mauricio Pérez

 

Cuando el periodista, escritor, editor e historiador mexicano Fernando Benítez, autor de obras como Los indios de México, daba clases de Redacción Periodística en la UNAM, repetía una y otra vez a sus alumnos (y al guardaespaldas que siempre lo acompañaba al salón) que la escritura y el boxeo eran dos actividades muy parecidas, puesto que tanto el púgil como el escritor deben practicar a diario si pretenden permanecer de pie; el primero debe golpear costales y peras sin descanso, saltar la cuerda; el segundo debe propinar golpes al teclado sin pausa, sin piedad, con estilo, decía el maestro, mientras daba brinquitos y lanzaba derechazos al aire para adornar su dicho, lo que era hilarante. Aquel profesor tenía razón: es necesario ser constante para enfrentar sin miedo a un gladiador con guantes o a una hoja en blanco.

Recordé aquellas clases de Benítez cuando inicié la lectura de Calabozo Cuatro, del poeta Gerardo Villanueva, un texto que narra impecablemente el último asalto de la vida del boxeador venezolano Edwin “El Inca” Valero, esas horas que presenciaron cómo el púgil se iba a la lona para siempre. Lo que me hizo recordar aquellas clases es el hecho de que Gerardo Villanueva conoce de cerca el box y maneja la pluma con talento.

Desde las primeras líneas del libro nos damos cuenta de que Villanueva, como lo hacía Valero, desdeña los asaltos de estudio, de reconocimiento, puesto que desde que suena la campana va de frente hasta machacar la historia, sin importar la candela recibida:

 

Quiero desfigurarlos. Doblarlos. Triturar el esternón asiático.

La corona yanqui en mi cabeza. Al Swift, al Siberiano, al

Monster Inoue.

 

Quiero hacer mi trabajo energúmeno.

 

Los vertiginosos y potentes pasajes escritos por Gerardo Villanueva nos van retratando a un quebrantahuesos que empezó a utilizar sus puños para dirimir diferencias desde que era un chamito. A cada página nos enfrentamos con textos crudos, contundentes, cuyo ritmo asemeja a esos golpes que se lanzan sobre un cuadrilátero; y así, zarandeados por las letras, nos adentramos al caos de una mente atrofiada, que rememora victorias sobre el cuadrilátero y siente el sabor a sangre de las derrotas debajo de este.

Las letras de Villanueva son tan demoledoras como la zurda dinamita del boxeador que llevaba tatuado en el pecho a Hugo Chávez sobre la bandera venezolana, del hombre que logró el impresionante récord de 18 nocauts consecutivos en el primer asalto, así como el invicto en 27 peleas. Respecto a “El Inca”, cabe recordar que solo una combinación letal, el alcohol y las drogas, pudo vencerlo; solo una Harley pudo tumbarlo y provocarle la fractura de cráneo que definió su derrotero.

Leer Calabozo Cuatro es mirar desde ringside, junto a un experto, una vida en la que la gasolina y el fuego permanecieron en constante clinch, por lo que al final el réferi le levantó el brazo a la tragedia.

 


Mauricio Pérez Sánchez (México, Distrito Federal, 1962). Estudió Ciencias de la Comunicación en la UNAM. Publicó algunos de sus cuentos en el periódico El Financiero y en la revista La Colmena.