Tania Jaramillo,
Las Cuerpas,
ISBN: 978–607–90645–4–9,
Malpaís Ediciones,
2022.
Diana del Ángel. Doctora en Letras. Miembro del Seminario de Investigación en Poesía Mexicana Contemporánea, del cual actualmente es coordinadora. Candidata al Sistema Nacional de Investigadores. Es autora de Vasija (2013), Procesos de la noche (2017) y Barranca (2018).
“Una brasa que me incendia por dentro”: sobre el primer poemario de Tania Jaramillo
Diana del Ángel
A finales de los setenta del siglo XX empezó la liberación sexual, y el tema del cuerpo femenino tratado por las autoras comenzó a asomarse en la poesía mexicana, con mayor o menor fortuna estética, reclamando un territorio como propio. Esta paulatina recuperación de lo corporal se dio de diversas maneras no sólo desde el erotismo, sino también manifestando las preferencias sexuales no heteronormadas, así como expresando la sexualidad desde el empoderamiento. Estas y otras inquietudes convergen en Las cuerpas, de Tania Jaramillo, publicado por Malpaís Ediciones.
El poemario abre con tres epígrafes: uno de María Luisa Bombal, otro de Enriqueta Ochoa y el tercero de Tania Carrera. Este gesto de la autora es significativo, no sólo porque se inscribe en una tradición de escritura latinoamericana, sino porque al evocarlas las hace partícipes del cuerpo textual que es el libro. Otro tanto ocurre, si bien en el ámbito de la genealogía familiar, en los poemas dedicados a la abuela. El cambio deliberado en la terminación del sustantivo que titula al poemario nos indica el carácter político de los textos por venir; sin embargo, la autora consigue poner en el mismo nivel lo personal con las preguntas planteadas.
Los poemas nos sitúan en la íntima extrañeza de habitar un espacio/territorio: “¿Te has preguntado por qué naciste tú y no otro?”, “¿de quién es este cuerpo?”, “¿quién lo eligió?”. Estas interrogantes permanecen abiertas no sólo para quienes poseemos una cuerpa, sino para el resto. Desde esa condición corporal es necesario reaprenderlo todo de nuevo; por ello Jaramillo se pregunta: “¿qué es un hombre?” y responde con rabia: “Un hombre tiene permiso / como la muerte / sobre sus leyes gravitan las demás cosas de la existencia”.
Jaramillo nos pasea por espacios urbanos, donde la observación de los otros cuerpos y su interacción en un parque nos devuelve a los deseos interiores: “En el fondo, ¿quién no quiere ser besado con amor?”. Así, en estos poemas también hay lugar para la ternura y el amor entre mujeres: “Ámame dura y suave / como la lluvia toca las hojas de la flor / en la tormenta”. La pregunta sobre el cuerpo implica la identidad, porque en ese espacio de carne y tejidos está nuestra historia, la memoria y, quizá, lo más parecido al destino. Jaramillo lo resuelve en términos salvajes y concretos:
más que esos faros que quitan el sueño
me he acostumbrado a caerme de hocico contra el suelo
y salivar el hierro como una animala agreste
con los huesos pegados a la piel
y las manchas de la anemia sobre la tez morena
una animala que se acostumbró a vivir en la escasez
y en la soledad más grande
la de no reconocerse a sí misma.
Si en los setenta hablar de la corporalidad desde la escritura de las mujeres era una irrupción irreverente, poetas jóvenes, como Tania Jaramillo, suman a esa audacia la hondura y la certeza de ocupar con un lenguaje propio el territorio que habitan. Las lectoras que se acerquen a estas cuerpas no dejarán de sentirse interpeladas al no saber si “¿Pesa más un cuerpo / que la lucha de estar siendo alguien?”.