Yolanda Segura,
Estancias que por ahora tienen luz
y se abren hacia el paisaje,
ISBN: 978-607-98803-4-7,
México, Palíndroma,
2021, 89 pp.
Montserrat Alejandra Aranda Cruz (Toluca, Estado de México, 1999). Estudiante de la licenciatura en Filosofía en la UAEMéx. Participa en proyectos de difusión y divulgación filosófica. Su línea de investigación trata la relación entre la filosofía y la poesía.
El reino de la transgresión y más habitaciones
para pensarnos
Montserrat Alejandra Aranda Cruz
Todo se vuelve hostil cuando se transita una feminidad que va más allá de las normas masculinas o de lo ya establecido. Los poemas del libro Estancias que por ahora tienen luz y se abren hacia el paisaje, de Yolanda Segura, nos muestran el complicado camino que tienen que recorrer las mujeres que se escapan de lo normativo. Además, nos invita a entender la poesía como una herramienta que permite crear discursos.
Las palabras que se usan para hablar del género, de la identidad o del cuerpo nos permiten notar que existe una tradición que invisibiliza y niega o tiene normalizados ciertos estereotipos y características que impiden la diversidad. Por eso, para la autora es importante ver cómo se usan las palabras, cómo se dimensionan actualmente, para así estar en posibilidad de cuestionar las formas de significar y crear lenguajes.
Yolanda Segura busca hacer fisuras con su poesía. Deja muy clara su postura desde el inicio del libro: busca ir contra la norma, contra lo que debe ser un poema. Ella sabe que hay discursos dentro de la misma construcción literaria que terminan por permear la manera en que nos relacionamos. Por eso es importante tener lugares donde podamos encontrar modelos afectivos, vernos reflejadas y contar con referentes que nos guíen.
Sus poemas nos hablan del potencial que se puede encontrar en el lesbianismo, del importante papel que juegan los deseos disidentes, del ejercicio libre del cuerpo, de lo difícil que es el proceso de búsqueda y aceptación personal. Además, la autora explora el género, la sexualidad y la identidad.
Poner algo en el espacio público es hacer un reclamo, pero la poeta habla de un reclamo que trascienda, que nos dé la posibilidad de encontrar luz, afecto y esperanza en este tipo de discursos. Sabe que puede haber violencia o visibilidad en la forma de escribir. Por eso resulta importante nombrarse, recuperar lecturas actuales de la sociedad, buscar otras formas de narrarse; sabe que es necesario narrar el cuerpo desde sus necesidades y realidades y no desde la narrativa hegemónica.
Los personajes de este libro van desde los escandalosos hasta los muy convencionales (los que no incomodan, porque ya están normalizados y socialmente aceptados). La lectura de este libro nos lleva a reflexionar sobre si en la heterosexualidad se agotan las posibilidades; si debemos repensar no sólo lo heteronormado sino también los deseos y discursos disidentes; y si se necesita una comunidad, contacto con otras personas, saberse acompañado.
El reino de la transgresión es esa posibilidad de inventar reglas distintas, de aspirar a un espacio más generoso. No se trata de dar códigos de representación que terminen convertidos en exigencia, sino de una búsqueda de discursos. No se pretende normar ni generalizar, sino crear espacios de identificación, lugares más generosos y con menos dolor. Se trata de pensar las estructuras de manera distinta, a pesar de lo difícil que puede ser plantear cómo hacerlo.
El hecho de cuestionarse se vuelve de mayor importancia que el de entregar certezas. Importa más la búsqueda que llegar a una verdad. Más vale preguntarse e intentar proponer alternativas, pues, como dice la autora: “Aunque no es fácil, creo que es mejor el intento que la certeza de aceptar códigos que no queremos y que son, además, sustento del mundo que tenemos hoy y no nos gusta”.