Flavia Pantanelli,
El extraño lenguaje de las casas,
ISBN 978-607-422-836-6, México
Universidad Autónoma del Estado de México,
2017, 270 pp.
El extraño lenguaje de las casas, de Flavia Pantanelli
José Edmundo Hernandez
Si existe alguna forma de definir El extraño lenguaje de las casas es mediante la metáfora misma que acompaña al título. Cada cuento de esta obra de Flavia Pantanelli resulta ser similar a una casa, donde el pudor no existe o tiene su propio código. Las historias relatan una construcción diferente, con sus detalles particulares, hecha a la medida de quien la habita. Pantanelli nos permite, al abrir las puertas, dar solamente un vistazo, porque, sin previo aviso, estas suelen cerrarse y sólo es posible continuar en el imaginario. No hay principio ni fin en la forma de contar las tramas, sólo momentos que te dejan asomarte y merodear lo suficiente. La crudeza de algunos cuentos únicamente enfatiza la visión tan objetiva que la autora quiere que tengas; otros se leen claramente como una serie de ejercicios meramente intelectuales, sin embargo, dolor y pérdida son una constante en la mayoría de los textos; esto, aunado a la combinación de diferentes técnicas, permite apreciar polifonías similares a las realizadas por Virginia Woolf.
La lectura en un primer acercamiento resulta complicada, pues comienza con un estilo de narrativa propio de alguna región ajena al constante “mexicanismo” al que estoy acostumbrado, sin embargo, el ritmo de las palabras y el mensaje tan claro y directo que se maneja realizan un golpe a los sentimientos, más allá de las regiones y formas de hablar. Estas sensaciones tan íntimas dan la idea de que por momentos somos huéspedes de la narrativa de la autora y de que no nos queda de otra que ser espectadores de lo que ella nos ofrece como anfitriona.
José Edmundo Hernandez (1989). Licenciado en Composición Musical, pasante en Instrumentista Musical en Guitarra Clásica y en la licenciatura en Contaduría. Obtuvo el apoyo de la Beca del Fondo de Cultura y las Artes del Estado de México en 2017.
El lenguaje de Flavia Pantanelli
Hugo Cervantes
Veinte cuentos conforman el único libro publicado en México de la escritora argentina Flavia Pantanelli. Nos referimos a El lenguaje extraño de las casas, que obtuvo una mención honorífica en el Premio Internacional de Narrativa 2016-2017 “Ignacio Manuel Altamirano”.
Flavia Pantanelli, escritora emergente, demuestra en este libro su eficacia creativa al narrar historias construidas desde los recuerdos y desde la voz interior de sus personajes, enunciando una desconexión comunicativa entre ellos. Dicha desconexión, la cual Pantanelli ejecuta magistralmente, es un reflejo de una sociedad que ha padecido de desinterés por el otro, como podemos leer en “Cálculo probabilístico”.
El silencio no habita en los cuentos de Flavia; quien la lee puede escuchar los pensamientos del narrador y de los personajes, que súbitamente se convierten en los recuerdos donde se recrean escenas o situaciones que sostienen toda la trama. Para Pantanelli, el lenguaje es decisivo y lo explota de tal manera que no nos permite caminar en otro sentido que no sea el que ella va construyendo en sus historias, porque sabe de antemano que el final de sus cuentos tendrá esa virtud de los narradores experimentados, ya que no es el final la definición de la totalidad del cuento; tampoco utiliza el recurso efectista de revelarlo todo en la última parte. Por el contrario, Flavia sabe narrar y hacernos testigos de un relato que, llegado a su fin, no tendrá otro eco más importante que la imagen que ella ciñe al concluirlo.
El cuento “El extraño lenguaje de las casas”, que da título al libro, es el punto de partida de todos los demás, porque es el hogar, donde habitamos y pasamos la mayor parte de nuestro tiempo, lo que se divide en dos realidades. En una, por ejemplo, los personajes tienen la costumbre de permanecer en ese lugar y quieren salir de él, estar afuera, en cualquier parte que no sea la casa; pero estando afuera parece que todo cambia porque no logran ubicarse, ni tener contacto con los demás, puesto que nadie los conoce. En otra, estar en la casa es tener todos los recuerdos en un solo lugar, ocultos quizás, pero juntos, como se enuncia en “Sombras chinas”: la única resistencia que podemos ejercer es la de los recuerdos. Lo anterior funge como base de todos los cuentos, porque de los recuerdos se crea todo lo que nos rodea; en ellos habitamos y de ellos partimos para desenvolvernos, de ahí que el lenguaje extraño de la casa no sea sólo un indicador de lo bueno y malo que nos atraviesa, sino de lo que no podemos entender tampoco cuando estamos afuera. Un desafortunado accidente en “El Hades” pone en estado máximo de supervivencia a una madre que pretende entrar a una casa para que su hijo no muera de frío; contrario al protagonista de “Terencio invertido”, quien detesta su casa y parte en busca de su verdadera naturaleza, escalando, sin saber hacerlo, la cima de una montaña que considera su verdadero hogar.
La casa es el recuerdo primigenio de la infancia y en ella se cifran los acontecimientos venideros que determinarán nuestra existencia. Un abuelo al que le han amputado las piernas cuenta la historia de cómo su hija se prostituye y su nieto no tiene piedad ni compasión de socorrerlo; el nieto cuenta la historia de cómo es que su madre no le pone atención por estar con otros hombres; los otros hombres se atreven a aconsejar a la madre del chico sobre cómo debería educarlo para que no sea un criminal... Todo esto sucede en un cuento, bien logrado, que la escritora tituló “Moebius” y que tiene la osadía de demostrarle al lector que la trama no tiene final y que todos los personajes caben en la misma voz narrativa, con sus diferencias de edad, lingüísticas y psicológicas. Por esta razón, el relato formará parte de los cuentos circulares más destacados de la narrativa hispanoamericana.
Esperemos que no sea este el único libro de la narradora argentina que llegue a nuestro país y que alguna editorial mexicana apueste a editar su obra. Por ahora, traten de conseguir la bella edición que hizo la Universidad Autónoma del Estado de México, porque merece ser leída.
Hugo Cervantes (1989). Fondo de Cultura y las Artes del Estado de México en 2017.