ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Alfonso Sánchez Arteche,
Génesis apócrifo,
México, Consejo Editorial de la Administración
Pública Estatal / Fondo Editorial Estado de México,
2012.


José J. González (Toluca, 1989). Licenciado en Letras Latinoamericanas por la UAEMéx. Es gestor educativo, docente de preparatoria abierta e integrante del taller de narrativa de Grafógrafxs.

 

Todo génesis es un invento

José J. González

 

 

A lo largo de la historia de la humanidad ninguna pregunta ha sembrado tanta incertidumbre y ha generado respuestas tan variadas: ¿cuál es el inicio de los tiempos? Si es que existe un inicio, este siempre ha permanecido agazapado allí, en lo recóndito de lo vasto y desconocido. El pensamiento mítico se ha preocupado tanto en generar un génesis desde el vacío y la oscuridad, pero, en realidad, si todo estuvo vacío siempre, ¿cómo es posible que alguien o algo haya roto con esa lógica de lo absoluto y eterno?

Si bien es cierto que tener respuestas acerca del origen salva a la humanidad de la locura, también es cierto que a causa de estas se han creado los más variopintos relatos; sin embargo, entre todos ellos siempre se mantienen símbolos semejantes que parecieran estar unidos por el inconsciente colectivo. Y es que quizá la humanidad es una especie de mente colmena que se encarga de sublimar diferentes formas de interpretación respecto a idénticos símbolos.

Durante siglos se ha tenido la idea irrefutable de que allá afuera de todo tiempo y espacio cognoscible existe un ser que lo ha originado todo. Este ser en acto ha recibido el nombre de dios, creador, demiurgo, etcétera. Pero parece imposible que una sustancia pura se haya instalado en un universo corrupto sin corromperse a sí misma y sin liquidar su condición de acto. Cuanto más vuelta le damos a esta idea, más confusa parece ser.

¿Será que ese génesis del cual queremos asirnos no es más que un simple invento? ¿Se trata de una mentira de tipo soberana que está allí sólo para darnos la seguridad de que hay un antes y un después? Es cierto que el mito nos salva de mirar al abismo y perdernos, por lo que toda la historia de la humanidad se podría reducir a una negación a la caída.

Desde seres que crean todo a partir del vacío, hasta el surgimiento de los héroes, las sociedades y los animales fantásticos, es como si este pensamiento mítico se desarrollara en un lugar aparte del que la ciencia nos plantea. Todo génesis es apócrifo dentro de la articulación lógica de la razón comprobable, porque quienes autorizan si algo es real o no son un conjunto de personas-mortales con limitaciones intelectuales igual de limitadas.

¿Se puede decir que lo verdadero recae en las decisiones de un grupo de personas con las mismas dudas que la mayoría, pero salvadas por la fe a lo invisible? De ser así, sería igual de absurdo pensar que un génesis es más verdadero que el otro, cuando lo único claro es la negación de la veracidad de todos los génesis.

Sánchez Arteche juega con estos símbolos; sabe que su génesis es apócrifo y lo remarca, pues es claro que no le interesa integrarse al dogma religioso que dicta qué es verdadero y qué no. Y es justo por esta razón que los relatos que acompañan a este Génesis apócrifo están llenos de personajes comunes con destinos igual de comunes. Sánchez Arteche encarna el papel del profeta moderno que nos conduce a las alegorías de Fidel y su vaca, Adonai y Varuna, el Manotas, la tribu de los Oey, etcétera.

El autor crea su propio génesis, que reconoce como no genuino, pero es justo esto lo que hace que sea mucho más valioso que los relatos “verdaderos”, pues en ese reconocimiento se encuentra la única verdad que se puede sostener a sí misma a través de su contradictorio. Él es el profeta, el creador y la criatura; configura su propia trinidad apócrifa.

Y es que lo único cierto y seguro que tenemos como humanidad es lo incierto, ahora que las nuevas investigaciones de John F. Clauser, Alain Aspect y Anton Zeilinger en el terreno de la física cuántica han revelado que nada es real. ¿Será acaso que a partir de estas nuevas megacomputadoras cuánticas se pueda acceder a una idea menos obtusa de lo que es el génesis?

Mientras tanto, no nos quedan más respuestas sino aquellas que se sostienen en el mito y que trascienden gracias al acto ritual de seguir teniendo fe en aquello que nos es desconocido y absoluto. Quizá al concluir el día terminaremos cayendo “para conocer, hasta la eternidad, ese solo instante de mentira que aún existe en algún sitio no explorado de nuestro ser”, tal como lo escribe Sánchez Arteche al final de “El único edén posible”.