ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO



Dora Moro,
Geodón,
ISBN 978-607-8490-47-9, México
Ediciones Luzzeta,
2018, 41 pp.

Insoportable realidad y tiempo
Reseña de Geodón, de Dora Moro

Iván Pérez González

 

Al sumergirme en la lectura de Geodón fui descubriendo algunas hebras con las que se tejieron esos versos. En primer término, el título alude al fármaco empleado para el tratamiento de la esquizofrenia o trastorno bipolar. El componente activo de este medicamento es la ziprasidona, sustancia antipsicótica. Esto me ayudó a entender —un poco— por dónde iría el contenido de los textos.

A lo largo de los 11 poemas que componen el libro, Dora Moro menciona otras sustancias, como lamictal y lamotrigina, todas se utilizan para “aliviar” a las personas con algún trastorno mental. ¿Será que en realidad estos medicamentos sanan al enfermo?, ¿será que la psiquiatría inventa enfermedades para apaciguar nuestros demonios o demotres, como los nombra la autora?, ¿será que un esquizofrénico o un bipolar se refugia en otra realidad, porque la realidad de nosotros, los no enfermos, le parece aburrida, insoportable”. De ahí que en el poema “Geodón” se escriba: “Porque la psicosis es más divertida que la neutralidad, porque en la psicosis las emociones rapaces me avientan al llanto, a la furia de vivir con las venas alertas” (2018: 22); ¿o será que inventamos fantasmas, voces o de plano ya no nos toleramos a nosotros mismos y por eso recurrimos a fármacos para inhibir esta realidad? Quizá sea cierto lo que se escribe en el poema “Escapismo”:

Huye el hombre de encontrarse consigo mismo porque en su interior se guardan las más complejas fórmulas que no está dispuesto a resolver, todo por no llorar, todo por no sufrir, porque en el sufrimiento se descubre el color de la sangre y en la sangre nuestras dopaminas nos juegan una trampa de equilibrio emocional, todo por no resistir, todo por no pensar. Es más fácil deslizarse de la vida que vivirla a costa de nosotros mismos (2018: 10).

¿Esas fórmulas complejas las resolveremos con fármacos, con drogas? Hemos recurrido a estos para inhibir la realidad, para no enfrentarla. De ahí que en uno de los poemas se diga: “Lamictal ha neutralizado mi capacidad de sentir” (2018: 21).

Mientras los enfermos mentales toman fármacos para darle sentido a la realidad, para que se acoplen a nosotros los no enfermos, las personas normales enloquecemos por la monotonía, somos esclavos de la rutina. ¿Entonces quién está más loco? Por eso en el poema “TEC” se dice: “El teléfono es el cable con el que compartes el orgullo de ser un esclavo. La hora de salida es la liberación de la cárcel que te fabricas día a día con la recompensa de que mañana actuarás en el mismo escenario para creer que la mediocridad no es asunto tuyo” (2018: 20).

En segundo término, hay un hilo que une a enfermos y normales: el tiempo. De esa telaraña nadie se escapa. Quizá estos versos tan largos que se encuentran en el libro sean una metáfora de la prolongación infinita del tiempo. Aquí un ejemplo: “Yo perseguido por las fauces de cronos, me siento apuntalado en mi visión más psicodélica, retomo la palabra tiempo y sigue devanándose en mi voluntad para convertirme en un ovillo inmóvil, putrefacto a fuerza de tiempo” (2018: 27).

Considero que la lírica de Dora Moro nos cuestiona acerca de qué tan llevadera es nuestra realidad, pues ¿los fármacos la hacen más ligera o hay que mirar esa otra realidad que manifiestan los enfermos mentales para tener una vida plena?, ¿o será que los normales somos los enfermos y no los esquizofrénicos? Aquí una posible respuesta: “Nada tan profundo y severo como la locura y la depresión puede trastocar la vida del hombre y sumirlo en sus infiernos o hacerlo renacer, desgraciadamente él no elige solo” (2018: 32).


Iván Pérez González (San Miguel Totocuitlapilco, Estado de México,1980). Estudió Letras Latinoamericanas y Diseño Gráfico en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM).Su labor se enfoca, sobre todo, al diseño y la corrección de libros. Actualmente labora en el Departamento de Producción y Difusión Editorial de la UAEM.




Geodón, de Dora Moro

Consuelo Ortega

La ziprasidona pertenece a un grupo de nuevos antipsicóticos “atípicos” utilizados para tratar la esquizofrenia; tiene alta afinidad para los receptores de la dopamina tipo 2 (D2) y afinidad sustancialmente mayor para los receptores de la serotonina tipo 2A (5HT2A). El bloqueo del receptor, 12 horas después de una dosis única de 40 mg, es mayor del 80% para la serotonina tipo 2A y mayor del 50% para la D2 utilizando tomografía de emisión de positrones (TEP). La ziprasidona también interactúa con receptores de la serotonina 5HT2C, 5HT1D y 5HT1A cuando sus afinidades por este sitio son iguales o mayores que para el receptor D2. Tiene afinidad moderada para la serotonina neuronal y para los transportadores de la norepinefrina. La ziprasidona demuestra afinidad moderada para los receptores H(1) y alfa(1) de la histamina. Además, demuestra una afinidad insignificante para los receptores muscarínicos M(1).

Se ha demostrado que la ziprasidona es un antagonista para los receptores de la serotonina tipo 2A (5HT2A) y para los receptores de la dopamina tipo 2 (D2). Se propone que la actividad antipsicótica es mediada, en parte, por la combinación de las actividades antagónicas. La ziprasidona también es un antagonista potente de los receptores 5HT2C y 5HT1D, un agonista potente del receptor 5HT1D e inhibe la recaptación neuronal de la norepinefrina y de la serotonina.

En resumidas cuentas, es un fármaco que se utiliza para tratar trastornos mentales; en el medio público es llamado Geodón, medicamento que se administra vía oral para el manejo de la esquizofrenia y para tratar padecimientos que cursan con eventos de psicosis. Dora Moro da la introducción a un texto lleno de imágenes que giran alrededor de un padeciente y consumidor de drogas estabilizadoras del ánimo desde una perspectiva poética y cruda. Con sus líneas invita al lector a dar un viaje por el día a día de un personaje incapacitado por los fantasmas de los desórdenes químicos cerebrales; nos presenta escenas en las cuales el mundo sigue y gira mientras la vida de nuestros enfermos sencillamente pareciera que se detiene; toca fibras sensibles acerca del suicidio, la ideación suicida, la necesidad de seguir viviendo una vida “normal” para resultar funcional o, en su defecto, adaptativo; nos muestra a un protagonista que podríamos ser cualquiera de nosotros, quien es muy consciente de su estado mórbido y sus limitaciones por la falta de control al presentarse los pensamientos distorsionados. En el manuscrito hay varios fragmentos que nos dan un matiz crudo y realista al irse envolviendo en la atmósfera que van generando estos poemas. Para aquellos que son ajenos a un problema psiquiátrico será complejo entender los efectos que tiene una terapéutica neurótropa en el día a día de una persona, pero este libro cierra toda especulación: “Porque la psicosis es más divertida que la neutralidad”; da la explicación exacta a la medicación, al entrar a un punto neutro o muerto, llamémoslo perspectivas; y describe los efectos del complejo simple de sobrevivir enfermo.

En la página 16, Geodón arma un panorama lastimero, gris y tristísimo; en esa página se resume un sentir un tanto lúcido que se cuestiona lo más básico y elemental de la vida, el recomenzar la existencia en un lunes y los conceptos baratos que nos han venido ofreciendo acerca del éxito, y si bien podrían parecer preguntas habituales de enfermos y no enfermos mentales, finaliza con un desgarrador “Mamá por qué preguntas tantas cosas. Porque tengo miedo de mis cuarentaycuatro años” y nos regresa a esa sensación de minusvalía que es tan habitual en gente con realidades alteradas, las cuales les fueron concedidas en empaques de regalo.

Leer a Dora es como leerse a uno mismo al desnudo y con los miedos a flor de piel; es regresar a ser un poco más humanos y menos esas mentiras perfectas que se nos vende en la TV; es una invitación a entender, a abrir los ojos, a tal vez enfermarse un poco para comprender.

No todo el texto es cautivador ni te mantiene atado a la silla, pero te invita a no soltarlo por el morbo de ver ahora qué nos tiene que contar la autora. La exquisitez de los poemas es el atractivo de este libro para los ojos lectores.


Consuelo Nieto Ortega (Toluca, Estado de México, 1991). Médico Cirujano por la Universidad Autónoma del Estado de México.