ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Susana Evelia Ramírez Terrazas,
Mi héroe Ramón,
ISBN: 978-607-17-4213-4,
Ediciones Yo publico,
2021, 55 pp.

Aldo Rosales Velázquez (Ciudad de México, 1986). Autor de Mismatch (2021), Luego, tal vez, seguir andando (2013), Foley (FOEM, 2020) e Infierno número dos (Grafógrafxs, 2022), entre otros. Coordinador del Taller de Creación Literaria del FARO Indios Verdes. Es integrante del taller de narrativa de Grafógrafxs.


 

Un corazón de pan tranquilo y vigoroso

Aldo Rosales Velázquez

 

 

Miguel Guardia, en su poema El retorno, expone una idea que, por sencilla, resulta aterradora: estamos más solos que nunca en la tierra porque la vida a eso nos ha llevado o, en todo caso, hacia allá hemos llevado la vida. “Ya no hay héroes, ¿me oyes?, ya no hay héroes”, apunta el poeta. Se lamenta por la ausencia de héroes, se lamenta por las condiciones que han creado esa sequía: se lamenta, en pocas palabras, por el mundo que hemos creado, por las relaciones que hemos tejido para con otros seres humanos y para con nosotros mismos. Miguel Guardia habla, más adelante, del “quejido impotente y opaco y terroso de los que caen diariamente bajo la violencia”, lo que acentúa el sentimiento que campea a lo largo de todo el poema: este mundo representa, para muchos, un peregrinar hacia la agonía.

A pesar de la desolación del poema, Guardia nos oferta más adelante un diminuto guiño de esperanza, una pequeñísima luz al fondo de la oscuridad de aquellos días señalados por el poeta: en sus palabras yace, también, una confianza, casi fe, en que las cosas pueden cambiar. Así, Miguel Guardia nos dice que quizá un día (señala a un mañana impreciso y quizá por ello alentador) llegará el verdadero héroe, “el que lleva en las sienes una corona de espigas y en el pecho un corazón de pan tranquilo y vigoroso”. El héroe.

En un diálogo involuntario quizá, pero íntimo y conmovedor, Susana Evelia Ramírez Terrazas construye en Mi héroe Ramón una búsqueda similar a la de Guardia: la del héroe, aquel que habrá de surgir de entre los días y la costumbre para, precisamente, dar voz a los que no la tienen. Si ya en el poema de Guardia intuimos que hay mutismo en el día a día, que hay cosas que no se alcanzan a expresar (por dolorosas, por cotidianas), Ramírez Terrazas lleva la imagen a sus últimas consecuencias y traslada este mutismo metafórico a un mutismo real: el de los animales. Así, nos hace ver, por medio de conversaciones entre diversas especies, que el dolor, la desazón, la violencia y el sufrimiento no son privativos del humano, como se ha creído durante mucho tiempo.  

A lo largo del libro nos encontramos con una trama sencilla pero rica en matices, lo que se logra por medio de la diversidad de diálogos y situaciones. Perros, gatos, aves y humanos conviven en un entorno en el que la violencia y la desigualdad acechan en el día a día, y así, homologados en su indefensión e inocencia, se nos presentan como seres limpios, puros, que no logran comprender por qué allá afuera el mundo, su mundo, puede llegar a ser tan despiadado. Ramón, el protagonista de la historia (o debo decir, uno de los protagonistas: la autora logra presentarnos a animales y humanos en un mismo nivel de importancia, acierto por demás digno de señalar), es un niño que empieza a cuestionarse la situación en la que viven los animales; además, los defiende activamente porque sabe, entiende, que son sus iguales. Esta apreciación del niño surge, como señala la autora, por la capacidad inmanente a los infantes de ver y escuchar cosas que a los adultos a veces nos están vedadas, pero no por prohibidas o complicadas, sino porque hemos perdido la inocencia, esa sencilla magia que consiste en ver y escuchar.

En uno de los libros de Juan Cervera se afirma que la literatura infantil ha sido poco considerada, que incluso hay una mirada despectiva hacia esta forma de escritura. Su existencia, no nueva, pero sí siempre novedosa, se ha discutido hasta la saciedad y en ocasiones, incluso, se ha negado. Sin embargo, a últimas fechas comienzan a apreciarse, cada vez más, los alcances de este tipo de literatura, y también, como en pocas expresiones artísticas, discutimos sus objetivos, porque los tiene. Si Monsiváis consideraba el maltrato animal como una pedagogía de la violencia (el hombre aprende a ser cruel con el hombre al serlo con los animales), podemos ver en libros como Mi héroe Ramón un proceso similar: el hombre aprende a ser respetuoso con otros hombres (y sobre todo consigo mismo) a partir de respetar a las demás especies con las que cohabita el planeta. Ese corazón de pan tranquilo y vigoroso no surge de la nada, no es producto de la casualidad: surge del entendimiento de las otras especies, de su cuidado y respeto. Así, en Mi héroe Ramóncomprendemos que, efectivamente, la literatura infantil tiene objetivos y uno de ellos, el más loable, es el de la sensibilización.

Cervera señalaba también, al hablar de literatura infantil, el animismo, esa etapa donde el niño lector atribuye vida a los objetos, o lo que es lo mismo, intención y consciencia. Susana Evelia no atribuye esto a objetos inanimados, sino a animales, y contribuye, de esta manera, a dignificar a los animales y a construir una nueva visión respecto a ellos: no los poseemos, no son nuestros. A los niños les interesa el mundo de los animales más por las sorpresas que por las nociones, señala más adelante Cervera, y nos indica que en etapas de crecimiento posteriores el niño descubre progresivamente el mundo y esto provoca curiosidad por otras formas de vida, otras maneras de existir. ¿Y si aquí le hablamos de los animales como seres sintientes, pensantes, dignos depositarios del amor? Susana Evelia pone la cuestión frente a nuestros ojos y sale bien librada de la apuesta.

Como señalaba líneas arriba, la autora ve en la literatura infantil un claro objetivo: invitar al lector, principalmente a los niños, a ponerse en los zapatos del otro, a tratar de saber qué sienten esos otros, en este caso los animales, para, así, aprender de ellos y lograr algo que es vital por sencillo: el respeto. La premisa de Mi héroe Ramón es directa pero poderosa: necesitamos, todas las especies en este mundo, un héroe, y ese héroe será aquel que enarbole la palabra y la acción para proteger a otros, especialmente a los que no tienen voz. Ese héroe será aquel de corazón noble y vigoroso, aquel que entiende que, como asevera la activista Sandra Segovia, todos somos animales.