Ricardo Aguirre,
Bolsa de mareos,
Toluca, México,
Universidad Autónoma del Estado de México,
2020, 48 pp.
Cecilia Juárez (Toluca, 1980). Estudió Literatura. Es locutora, guionista y productora de radio. Su más reciente libro es Cómo hablar con tu perrx (Ediciones El Humo, 2019). Ha publicado Fábulas serie B (Diablura ediciones, 2017) y Lobos en un corral de lobos (Mantra, 2016).
Comentarios sobre el libro Bolsa de mareos, de Ricardo Aguirre
Cecilia Juárez
Lobra decir que la escritura marginal es indispensable como resistencia en contraposición a la línea editorial que surge de las instituciones y de los grupos de élite. Ay, sí Chucha… Acá podríamos pensar: pero si se trata de una revista universitaria. Ya hay algunas élites implícitas en esto. Ese es el punto. Un proyecto institucional está viendo hacia la periferia: ¿qué puede significar eso? Cuando le dieron el premio Nobel de literatura a Bob Dylan hubo un debate intenso acerca de si lo merecía o no. La razón, según el jurado, para otorgar el galardón a Dylan fue que contaba en sus canciones las historias que la literatura no contaba en ese momento. Acaso sea ese el valor intrínseco de lo que se escribe desde los márgenes: la posibilidad de ensamblar al rompecabezas de la realidad que va armando la historia, aquellas experiencias de vida que el status quo suele centrifugar y arrojar lejos de su centro, como si no fuesen modos válidos de estar en este mundo lleno de agravantes y atenuantes.
Cuando leí por primera vez los textos de Ricardo Aguirre pensé que aún no eran textos terminados, pero se reconocía en ellos una materia prima que auspiciaba la posibilidad del artefacto poético. Pero debo decir que, después de que su trabajo de escritura pasase por el taller grafógrafxs, pude ver cómo fueron pulidas cada una de las piezas que reposan en estos ya artefactos poéticos.
La importancia de tener voces que representen lo marginal es igual a la importancia de apedrear la invisibilización de lo otro, todo aquello que no representa el modelo aspiracional de este momento histórico. Todos tenemos modelos aspiracionales. La cosa es: ¿por qué vamos a permitir que nos digan a qué hay que aspirar? Al suceder eso, quedar en los márgenes se vuelve un atentado. Y la mejor forma de hacer un atentado es por medio del arte, que es el modo más constructivo y gozoso.
En realidad, acá todos somos marginales. Sólo que cuando eso se ignora hay una tendencia a alejarse de ese margen como si quemara, ignorando que nuestra perspectiva en el punto exacto en el que nos encontramos es única en el mundo y es algo que merece ser contado. Ahora, tener la posibilidad comunicativa de contarlo es lo complejo. Me gusta eso de Bolsa de mareos, de Ricardo Aguirre: cómo asume su posición en el hecho de pertenecer a una porción pequeñísima de la población que tiene acceso a educación de posgrado y al mismo tiempo pertenecer a esa pequeña, pero no tanto, porción poblacional que vive en el colectivo punk…
¿Cómo es eso? Es como el libro. El libro de Aguirre es esa respuesta coloquial y a puños al encontronazo con la realidad. La realidad es coloquial también: de cuando ya no hay para dónde hacerse y hallar un sitio es llegar a esquivar golpes… al final es probable que aprendas a disfrutar de esa pelea.
Los poemas que componen Bolsa de mareos se vuelven testimonios antropológicos del yo. Se desdoblan sobre el escenario para dejar ver, por un lado, estas historias de gente que constituye nuestro entorno; pero, al mismo tiempo, la esencia estética de esa escena. Una estética torcida y bella que nos habla de la posibilidad de la existencia de otros modos de habitar el mundo. Una posibilidad en la que lo trágico se romantiza y se envía de vuelta al contexto para contrastar: como fabricar un huevo que luego aplastará con una pata la antropología para comprender lo que hay dentro.
“Bolsa de Mareos” de Ricardo Aguirre está disponible para descarga gratuita aquí: http://grafografxs.uaemex.mx/vista/descargas/pdf/b_mareos.pdf
