José Luis Prado,
Migrar bordes,
ISBN: 978-607-8805-07-5, México,
Nitro/Press,
2021, 112 pp.
Adonai Castañeda (Puebla, 2000). Ha colaborado en medios como Replicante, La Santa Crítica, Clarimonda y Levadura.
Lo sublime detrás del padecimiento
Adonai Castañeda
En ocasiones, escribir implica partir de lo que recordamos, hurgar en la identidad propia para explicar el mundo. Sin embargo, ¿cómo narrar sin necesidad de la memoria que nos conforma? José Luis Prado (Puebla, 1981) propone una respuesta en Migrar bordes: un texto que se asemeja a una novela, igual que a un catálogo de estampas alrededor del acto de la escritura.
Migrar bordes es una historia que se erige sobre la amistad: K es un sujeto que padece amnesia anterógrada luego del suicidio de su esposa. Al ser internado en un sanatorio en la ciudad de Cholula, se dedica a analizar el vuelo de las mariposas. Gracias al testimonio de un amigo suyo, un psiquiatra que posee aspiraciones literarias que nunca logran consumirse, visualizamos a un hombre que lo ha perdido todo, incluso a sí mismo. Sin embargo, su asombro sigue intacto. Observa como quien ve algo por primera vez. Así lo anota en su cuaderno: “En su mano se dibuja un ramaje intrincado, veo alcatraces diminutos crecer ahí, el olor se descubre desde el secreto que guardaba su puño. Ella siempre me pareció una hermosa jacaranda”. Eso escribe respecto de su esposa.
Su trama, entrópica y discordante, se define mediante una estructura peculiar: a cada capítulo le corresponde una sección de apuntes, recetas médicas y una serie de apostillas. Ofrece también otros formatos de lectura: sin atender a las intervenciones del narrador, nos hallamos frente a un terrorífico relato sobre la pérdida de la memoria. No obstante, surge como un memorial de diversos autores que desembocan en la voz narrativa: desde Italo Calvino hasta Cesare Pavese. En ese sentido, deambula entre el homenaje; el germen de la reescritura.
El estilo de Prado se basa en el vistazo microscópico. Con líneas emparentadas al adagio, se empeña en representar lo sublime detrás del padecimiento: el aleteo de una mariposa, la caída de una gota, la espuma del jabón. Lo que es más, logra incorporar a sus personajes en un amasijo donde las voces se difuminan. La mirada de K se filtra a través de las reflexiones del psiquiatra y de los médicos. Luego desaparece. Tal y como escribió Franz Kafka respecto de las sirenas: “El arma más poderosa de su estilo no es su canto, sino sus silencios”.
En suma, Migrar bordes, con su propuesta narrativa, está destinada a la relectura: como ensayo sobre la contemplación, como conglomerado de reflexiones sobre la originalidad, así como el breve parpadeo de un universo que se consume a sí mismo. Descuella por su diestro manejo de la brevedad para dar forma a una conmovedora historia. En sí misma, representa un estremecedor descenso al trastorno de la identidad que, a pesar de todo, encuentra su rescate en la ternura de la compañía.