José Retik,
El muñeco,
Córdoba, Argentina,
Borde Perdido Editora,
2024 1ª edición, 128 pp.
Alejandro Ferrari. Es investigador, editor y docente. Baccalaureatus y Licenciatus en Teología por la Pontificia Università Gregoriana, Roma, y egresado del curso de Guion en la Escuela de Cine del Uruguay (2001). Realiza el doctorado en Romanística en la Bergischen Universität Wuppertal, Alemania, donde es investigador asociado del proyecto Horacio Quiroga y el Cine.
El muñeco y el ser
Alejandro Ferrari
Aunque ha escrito cuentos e incursionado en otros géneros, la obra narrativa de José Retik (La Plata, Argentina, 1969) comprende, hasta hoy, tres novelas autónomas: Los extraestatales (2020), Cine líquido (2022) y ahora El muñeco (2024), las tres publicadas por la editorial independiente Borde Perdido Editora. Circula entre ellas, sin embargo, un aire de familia, más allá del estilo y, en cierto modo, del género, que permite ser rápidamente reconocidas en una especie de parentesco.
Este aire de familia, que lo relaciona también con una estirpe extendida de antecedentes e influjos, proviene de una suerte de laboratorio mediático y textual que el propio autor ha ido creando y consolidando.
Este Laboratorio Retik hunde sus raíces, de alguna manera, en las primeras décadas del siglo XX, en las que la literatura fue creando un lugar de experimentación donde la ficción alrededor de los nuevos medios (máquina de escribir, gramófono, cine y radio) produjo un circuito alternativo a su burocratización, como lo analiza Sarah Ann Wells en Media Laboratories: Late Modernist Authorship in South America (2017).
Quizás la mayor referencia relacionada con el universo de Retik en este universo sea la novela breve de Horacio Quiroga El hombre artificial (1910).
El autor Retik crea su propio laboratorio alrededor de lo cibernético, de internet y de la inteligencia artificial, y es esta, su última novela, donde la experimentación temática y estilística alcanza sus mejores frutos.
El «muñeco» del título hace mención a uno de sus «protagonistas»: un títere de madera al servicio de un ventrílocuo. Y en esta imagen potente, la del ventrílocuo y su muñeco, que dialogan, pero cada uno con su discurso, encontramos quizás la clave de lectura del libro.
Una lectura fina nos permite seguir el hilo con el que el autor va desglosando constantemente, a lo largo de la obra, un doble mensaje. Por un lado, el de la imaginación frondosa que comienza presentándonos a un anodino empleado público argentino, residente en la ciudad bonaerense de La Plata (ciudad del autor y donde chapotean mayormente sus historias), que a causa de un accidente logra ser exonerado de su trabajo e inicia una aventura delirante que comienza con la posibilidad de transformarse en ventrílocuo gracias al apoyo de otro delirante de nombre Broitman; prosigue con pruebas experimentales sin aprobación que le propone su amiga científica Denisse (una ingeniera en computación); y se continúa en episodios que incluyen una extraña procreación, una gira artística por los Estados Unidos y también crecientes enfrentamientos y conflictos.
Pero el otro discurso, siempre en diálogo con la trama, tiene que ver con la investigación histórico-científica alrededor del fenómeno de los autómatas, que se continúa en el tema de la relación entre lo biológico y lo informático, entre el autómata y lo autónomo, entre lo natural, lo cultural y lo tecnológico. Todos productos del Laboratorio Retik.
Frente a uno de los conceptos más usados del libro, el de bot, o sea aquel programa que imita el comportamiento humano con tareas repetitivas, predefinidas y automatizadas, emerge, en diversos lugares, la cuestión del libre albedrio, del determinismo y de las opciones libres, que incluyen el amor humano, al amparo de la imagen del muñeco y su manipulador. ¿Son autónomos o tienen una sola voz?
Lo metatextual del libro contiene una lograda parodia del fenómeno bíblico del éxodo del pueblo de Israel, con el rescate de las aguas de Moisés, el episodio de la zarza ardiente, de la entrega de las tablas de la Ley y la idolatría con el becerro de oro, pero releído a la luz de lo tecnológico: tecno-idolatría, tecno-culto, tecno-prédica.
Este delirio, donde Retik hace gala de su conocida habilidad para crear o intervenir palabras donde el significante nos representa con humor lo significado (verbigracia: Tablets de la ley, IPhone de oro), es portador no sólo de una interpretación del presente, del mundo tecnológico, sino también de la profecía. Así ocurre, por ejemplo, en un anuncio que hace B-Bot, hijo del muñeco:
Después se volverán inmortales. Reemplazaré sus cuerpos por hardware. Cada uno de ustedes contará con un programa sagrado que anulará toda posibilidad de «ser». ¡No necesitarán filósofos, médicos ni psicoanalistas!
Los B-bóticos se arrodillaron y agradecieron al tecno-gurú.
En este uso entrecomillado del término «ser», que se une a la mención del bíblico «Yo soy el que soy» y al To be relacionado con el nombre del B-Bot, aparece la cima del discurso paralelo de la novela. Y allí se despierta la impresión de estar ante una novela metafísica, donde el pensamiento se expresa por ficciones, al modo de la novela existencialista.
Eso aleja a la novela, afortunadamente, de ser un libro de denuncia de los peligros de la experimentación tecnológica o que emita una alerta ante los posibles riesgos de la anulación ontológica del ser humano. Nada más lejos. Retik no juzga ni alerta: muestra, piensa, juega y experimenta. Es su propio muñeco.
Un último elemento formal debe ser subrayado: la elaboración de un vocabulario propio, llamémosle cíber-ontológico, del que hemos mencionado algunos vocablos. Una elección arriesgada pero necesaria, literariamente.