ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Yady Campo Ramírez,
Nubes negras sobre Bianchi,
ISBN: 978-607-422-973-8, México,
Universidad Autónoma del Estado de México,
2018, 118 pp.


Víctor Arriaga Resendiz (Zamora, Michoacán, 1989).


Nubes negras sobre Bianchi, de Yady Campo Ramírez

Víctor Arriaga Resendiz

 

María del Carmen y Rosaura hablan por teléfono. La primera estudia un posgrado en sexología; la segunda trabaja en una oficina gubernamental y quiere ser escritora. Ambas son amigas de hace tiempo, de antes de Caracas, la ciudad a la que llegaron a vivir y que, a decir de los medios de comunicación, tiene pinta apocalíptica. En este momento chismean sobre una trans a la que operaron mal y dejaron con una chocha por la cual ahora caga. La Bianchi, la clínica de investigaciones sexológicas en donde estudia María del Carmen, lleva el caso después de que el doctor que hizo mal la operación se “perdiera pa’l coño”.

También se ponen de acuerdo para ir al cine el domingo y, casi de pasada, Rosaura le cuenta a su amiga que vio en las noticias que mataron a balazos a un trans en la calle, el noveno del año. Crimen que se posará sobre el par de amigas como una obsesión que las irá llevando de poco en poco a la paranoia. Porque un día removerán el pasado para evocar otro homicidio transfóbico en San Cristóbal, su ciudad natal, en donde, a decir de la lengua de trapo de la gente, hubo un crimen que llevó a cabo el psiquiatra de la víctima e involucra varias personalidades, prestigiosas y poderosas, de la ciudad de la cordialidad y las mil iglesias. Y otro día, este más definitivo, unos policías llegarán preguntando por el doctor Bianchi, el director de la clínica, y no lo encontrarán porque, sin previo aviso, desapareció y las autoridades médicas sólo atinan a decir que se fue a un congreso. La vaina las obsesiona y les abre la sospecha de si acaso el apacible y famoso doctor, que incluso tiene programa propio en televisión nacional, está huyendo a causa de algún asunto oscuro.

Con esta trama se desarrollará Nubes negras sobre Bianchi, novela de la autora venezolana Yady Campo Ramírez, que mereció el premio internacional Ignacio Manuel Altamirano 2018. Una narrativa que, en la voz insolente de María del Carmen, en sus llamadas telefónicas y encuentros con Rosaura, y en los cuentos que esta escribe y comparte con su amiga, desplegará el día a día en una ciudad en la que el cuerpo se consume en el calor infernal, la mala alimentación, los pedos podridos que hay que aguantar en la oficina, los malestares que no pueden aliviarse por el desabasto de medicinas o por el sueñero que provocan las desveladas. Un cuerpo, que sin embargo, también estará lleno de deseo, porque, vamos, “el cuerpo sabe lo que necesita para estar bien” y no sólo son ganas de dormir mucho, coger con penes grandes y tragar tanto como “las muertas de hambre que en realidad somos”; igualmente desea ropa nueva y ansía encontrar ofertas que den la oportunidad de consumir (apenas si alcanza para existir), aunque eso traiga el anhelo de un novio que pague las cuentas y tenga camioneta último modelo. Un cuerpo que desea ir al cine, escribir gran literatura, salir de viaje, obtener prestigio, montar un consultorio para sacarle los ojos a la gente y así, quizá, por fin tener la plata suficiente para trascender la precariedad que no sólo sostiene nuestros malestares y fantasías, sino también nuestras paranoias.

Ángel Rama señaló que la literatura latinoamericana se puede entender mediante un esquema de dos vertientes: por un lado, tenemos al escritor cosmopolita, aquel que busca un diálogo con la cultura universal y que encuentra en Borges su máximo exponente; y por el otro, está el transculturador, quien gusta de sumergirse de lleno al interior de la cultura y lenguaje propios, y que tiene en Rulfo a su gran representante. Siguiendo a Rama podemos ubicar a la venezolana Yady Campo Ramírez en este último espacio. Su inmersión es al interior de Caracas, ese otro cuerpo que pareciera estar igualmente mal operado y que por esa razón caga por donde debería sentir placer, que necesita ser maquillado ahí donde el poder reside para aparentar algo que finalmente el olor desmiente, y que, aunque alberga caos y ruido, también está lleno de belleza y vitalidad. Una ciudad atemorizante y seductora como su mismo lenguaje, el caraqueño, que la novela despliega de tal forma que uno termina por acercarse con cautela, porque si no, como la misma Rosaura lo dice, a uno “se le va a venir enredando la lengua”.

Finalmente, es curioso que en tiempos en que Venezuela es demonizada por su régimen y que las exageraciones están a la orden del día con el fin de derrocar a su gobierno, es precisamente una novela la que viene a retratar una crisis, que, ¡oh sorpresa!, no se aleja —y aquí recalco: en efecto hay una distancia— exageradamente de lo que viven muchas otras personas en otras ciudades latinoamericanas. Porque aquí y allá, igualmente quisiéramos seguir durmiendo en lugar de levantarnos para ir a trabajar, a cambio de un salario “que no alcanza pa’ nada.