ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Salim Leonardo Moranchel Contreras,
El polvo de la muerte,
México, UAEM,
2021, 173 pp.


 

El polvo de la muerte: lo real maravilloso como naturaleza omnipresente

José J. González

 

Fue Alejo Carpentier uno de los primeros escritores que enmarcaba las diferencias entre lo “real maravilloso” y el “realismo mágico”, pues en el prólogo a El reino de este mundo siembra las bases conceptuales por las que la nueva literatura latinoamericana seguirá produciéndose, entendiendo que esta se centra en la magnificencia que ofrecen los ambientes. Esto hace que nos propongamos la idea de que la naturaleza se configura como el personaje principal de cualquier relato, pues sin la existencia de ella, los otros personajes no podrían desenvolverse; es así como lo narrativo se hace a un lado para demostrar que lo descriptivo pasa de ser un fenómeno pasivo de meras enumeraciones, y se convierte en un conjunto de elementos activos que tienen como principal papel el ser las puertas de un paraíso sublime y ominoso.

Es bajo este tenor que los relatos que componen El polvo de la muerte, de Salim Leonardo Moranchel Contreras, pueden circunscribirse en este sistema de coordenadas que nos conducen a lo “real maravilloso”. Quizá en las primeras páginas nos recuerde un poco a Luvina o Comala, pues la naturaleza se muestra oscura, misteriosa, desolada e incluso desesperanzadora. El libro nos presenta un San Luis Mextepec que se levanta en los inicios de la imposición de la religión católica, por allá en el 1700, algunos años después de que la Santa Inquisición llegara a la Nueva España, lo que provoca que este universo simbólico de mitos y tradiciones otomíes de Mextepec comenzara a presentarse a manera de sincretismo.

El autor nos conduce por estos valles desolados y sombríos plagados de sombras de niños que se manifiestan en humo, en risas inocentes y pequeñas presencias saltarinas que no saben que han dejado de estar vivos. Cada relato, aunque parece autónomo, en realidad actúa bajo una red que se configura a través de la localidad de Mextepec; de esta manera, aunque leamos que cierto personaje ha perecido, este vuelve a tener vida en el siguiente texto, lo que revela a este espacio como un lugar en el que los muertos son traídos del polvo, condenándolos así a vivir y morir muchas veces.

Los relatos combinan esa carga mítica de brujas, aparecidos y toda suerte de zoología fantástica; estos se conjugan con fenómenos de la tradición cristiana, tales como el sacerdote, las cruces, las oraciones y rezos. Uno de los cuentos mejor construidos es, quizá, “Canuco el viejo”, pues juega con los elementos de lo fantástico y los integra a un universo “real maravilloso”, donde el personaje se convierte en el eje para que la naturaleza cobre vida cada cierto tiempo. Desde el plantear la existencia de un Canuco joven, que es en sí mismo una contradicción conceptual, hasta la reafirmación de la vejez con Canuco el viejo, este relato se inscribe en la constante recreación del tiempo mítico y el espacio maravilloso.

Hay relatos que se mueven bajo la sinestesia, ya que nos conducen a oler la tierra, sentir el polvo y escuchar los murmullos, lo que convierte cada texto en un discurso poético; pero tan pronto nos vamos acoplando a esto, este mismo conjunto de sensaciones nos llevan a presentir la muerte, a olfatearla, a sentir el dolor de los colgados y el aroma a piel quemada; lo terrible y lo bello se conjugan en estos relatos, lo que propicia la entrada a lo sublime como único recurso para entender la amalgama de la muerte y la vida revolcándose en ese espacio que se nombra como San Luis Mextepec.

Sin lugar a dudas, Salim Leonardo Moranchel logra configurar un texto que nos es familiar, pero a la vez ajeno y desconocido. El polvo de la muerte es uno de esos libros que deberían de leerse más de una vez para entender que la literatura mexiquense tiene muy buenos exponentes en un tiempo en el que los referentes empezaban a ser ídolos viejos y mohosos.