ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

FZ-10

Ricardo Alfredo Romero Aguirre

 

El único viaje verdadero, el único baño de juventud, no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro, de otros cien, ver los cien universos que cada uno de ellos ve, que cada uno de ellos es.

Marcel Proust

 

Flexo pega plásticos, 

metales, 

hules, 

cerámica, 

porcelana, 

uñas, 

cristal.

 

Fz-10 para los maestros de la 

obra, 

limpias la tubería, 

lijas, 

pegas, 

dejas secar.

 

Chemo para la banda

una bolsa, 

viertes el flexo,

inhalas, 

te dejas volar.

 

Fz-10 la banda de trans-queers 

punks,

Punk-Hjarta,

total descontrol.

 

A la Viruta le gustan los flanes,

los poppers.

 

Fz-10 es ruido,

monas,

lata y corrosión.

 

Flexo para el caño,

aquí huele a orina, 

a vagón de metro, 

a obreros de San Pablo, 

a catorce horas de trabajo.

 

Tal vez necesite 

un toque mágico.

 

Fz-10 

El aliviane de los que están rotos, 

flexo para los niños sin amor. 

 

 

Now I Wanna Sniff Some Glue

 

Quién no necesita de vez en cuando un toque mágico que pegue los recuerdos, las heridas y las mutilaciones de vivir en lo efímero de una cotidianidad que niega a “los otros” con los que convive, estigmatizando lo desconocido, perdiendo de vista que aquellos hablan, sienten, sueñan, existen.

Hace cincuenta años una horda de jóvenes gritaron con el voltaje a tope todo lo que sucedía en su contexto, lo podrido de un sistema que los volvía invisibles, pero que en los tiempos de guerra los reclutaba. El punk detonó no sólo un género musical, sino un movimiento que abanderaba la autogestión como forma de vida, bajo el pronunciamiento Do it yourself, que sería la característica primordial de ese estruendo visual y sonoro.

¿Quién habla? ¿Quién escribe?

Son dos interrogantes que me he planteado en los últimos años de mi formación académica, de los posicionamientos fenomenológicos que se inmiscuyeron en la metodología del trabajo de campo y la forma en que se hace etnografía. Esto me llevó a realizar un ejercicio introspectivo, a analizar tanto a ese yo conformado de experiencias diversas como lo que expresa. La lectura y la música han sido fieles compañeras en los insomnios más largos, en las crisis más severas, pero también en los momentos de estabilidad. 

A los doce años fui a mi primer tocada, en la azotea de un bar cubierta por una lona vieja. Aquel lugar estaba repleto de tipos con crestas y studs; me sentía eufórico, buscaba más. Pocos meses después llegué a “El basurero”, en Santa Ana Tlapaltitlán, y así comenzó mi andar, hoy a Metepec, mañana  a San Cristóbal o San Andrés con el guetto Ñha.

Había algo que notaba desde mi primer acercamiento, un olor extraño exhalaban aquellos que ponían su mano sobre la nariz, llevando consigo papel, estopa o una bolsa transparente; los veía sobre todo en la Toluca negada por la urbanización, en las zonas conurbadas o en la Ciudad de México.

Fz-10 es una banda del extinto D.F. Su estilo musical es el D-beat-raw-punk. Su nombre viene de ese cotidiano de quienes habitan en la selva de concreto. La canción Punk-Hjarta toma una palabra sueca para formar la frase “Punk de corazón”; la letra y el ruido plasman el ser uno mismo a pesar de la dificultad que eso implica. Viruta es una chica trans-queer punk que toca la batería. Ella y Viki son las chicas de la escena subterránea, donde no hay marcas que patrocinen su orientación sexual, ni medios masivos que quieran tomarlas en cuenta para hablar de inclusión o respeto. Se han abierto camino a través de la convicción de ser ellas, en un ambiente compuesto en su mayoría por hombres, en el cual todavía algunos hacen mofa respecto a las orientaciones sexuales no hetero. A nivel nacional e internacional existe una corriente en el punk denominada trans-queer, que abandera en sus letras la liberación de los atavíos de la sexualidad normalizada impuesta. Algunas de las bandas de esta corriente son Limp Wrist, G.L.O.S.S. y Heterofobia. 

El chemo y la mona son de fácil acceso para los que están rotos, para aquellos a los que el sistema dotó de carencias, marginación, estigmas e imposibilidades; esos niños que fueron maltratados por sus padres, que los vieron envejecer en una granja, en la cárcel o disolverse en la selva de concreto. Algunos de esos niños son mis amigos; los topo en la esquina del barrio o en las tocadas de baldío, en un día de verbena popular.  

Escribir sobre el flexo me ha llevado a la etnografía de mis subjetividades, eso que no he logrado hacer desde la objetividad antropológica. La poesía me ha permitido hablar desde ese flanco, el punk, donde habito con mis amigos, desde hace varios años, del colectivo Toluca Mosh… No te detengas, que hace ruido desde los noventa, generando un espacio para los que necesitamos escapar por momentos y volver a sentirnos vivos. Hoy no escribo como Geertz, ni como Malinowski o Latour; hoy dejo hablar al niño que se quebró alguna vez y se pegó al ritmo del tupa-tupa y las letras de Camus, en un día como hoy, como ayer y como siempre.

 

Ricardo Alfredo Romero Aguirre (Toluca, Estado de México, 1993). Es licenciado en Antropología Social por la Universidad Autónoma del Estado de México, institución que le otorgó la presea al mérito universitario “Ignacio Manuel Altamirano” y en la que estudia la maestría en Antropología y Estudios de la Cultura. Forma parte de la banda de post punk Hel. Es integrante del taller de poesía de la revista grafógrafxs.