Laura Sofía Rivero,
Tomografía de lo ínfimo,
ISBN: 978-607-495-638-2, México,
Fondo Editorial Estado de México,
2018, 102 pp.
Mauricio Pérez Sánchez (México, Distrito Federal, 1962). Estudió Ciencias de la Comunicación en la UNAM. Publicó algunos de sus cuentos en el periódico El Financiero y en la revista La Colmena. Es integrante del taller de narrativa de Grafógrafxs.
Ensayos sobre pequeñas cosas
que generan grandes preguntas
Mauricio Pérez
Con mi mano derecha sobre el libro de los prejuicios, declaré que prefiero las novelas y los libros de cuentos a los libros de ensayos. Dicha declaración, emitida por mi persona ante un juez con peluca blanca, probablemente hubiera sido distinta después de leer Tomografía de lo ínfimo, de Laura Sofía Rivero, libro que obtuvo el premio único de ensayo en el IX Certamen Internacional de Literatura “Sor Juana Inés de la Cruz”, convocado por el Gobierno del Estado de México.
Esa subjetiva declaración se basó en el hecho de que durante mi larga vida me he topado con varios ensayos acartonados, relativos a temas que no rozaban ni con el pétalo de una palabra mi realidad y que parecían un monumento al lenguaje académico, a las citas textuales y a las notas al pie de página (descritas por Kevin Martínez como “esos zancos que los académicos utilizan como prótesis para caminar con dignidad frente a los lectores”) y, por ende, terminaban siendo una melcocha de estilos de redactar que dificultaban su lectura, aderezada por afirmaciones temerarias sin sustento aparente. No obstante, también he tenido la fortuna de toparme con algunos ensayos inteligentes, divertidos y aleccionadores; tal es el caso de ¿Cómo escribir sin pérdida de tiempo?, de Ángel Ortuño, o ia stoy arto, de Elma Correa, por mencionar sólo un par, lo cual me ha llevado a formularme preguntas escépticas sobre mis prejuicios literarios.
Tomografía de lo ínfimo llegó a mis manos de manera fortuita y, casi por instinto, revisé el índice, tras lo cual me fue imposible soltar ese libro hasta devorarlo por completo. ¿Cómo no hacerlo ante los títulos tan apetitosos que tienen los ensayos? Entre estos se encuentran: “Meditación sobre las uñas”, “Imprecación contra los baños públicos”, “Manifiesto sobre el uso de pantuflas en la oficina” y “Pornografía del doble tocino”.
Los ensayos de Tomografía de lo ínfimo me empujaron a pensar sobre cuestiones insospechadas y a escapar por momentos de mi aburrida cotidianidad o al menos a cuestionarla para repentizar, a fin de modificarla un poco (estoy tentado a presentarme en la oficina portando mis azules pantuflas nomás pa ver qué gestos hacen). Tras la lectura de “Meditación sobre las uñas” me despojé inmediatamente de los calcetines y procedí a cortarme con sumo cuidado esas cosas que nacen y crecen en las extremidades de los dedos; “Finitud del antropónimo” provocó que, tras una sonora carcajada, me miraran con recelo las personas que se encontraban a mi lado, pues fui víctima de la hilaridad luego de leer la historia de cómo los dedos traviesos de una secretaria del Registro Civil generaron un gazapo que dotó a una persona de un aire nórdico o de personaje de El señor de los anillos; “El séptimo mandamiento: ensayo de un crimen” me llevó a reflexionar sobre si aquella vez que el amigo de un amigo se robó dos libros de un Sanborns (Crimen y castigo y La historia del cine) lo hizo por ingenio, soberbia u osadía, o por creer que seguía los pasos de los infrarrealistas.
Asimismo, gracias a la lectura de este libro, pensé sobre el respeto al recato; reflexioné acerca de nuestra aparente racionalidad, así como de la rutina y la negación de la individualidad; e imaginé al “hombre” como una bolsa que guarda bolsas. También me pregunté si es verdad que las esperas nos pueden transmutar en pequeños poetas.
Tomografía de lo ínfimo es un libro que, a partir de las cosas pequeñas y con un humor peculiar, formula y provoca grandes preguntas. Este tiene todo lo que un buen libro de ensayos debe poseer, y carece de los grilletes, ornatos y muletillas impuestos por aquellos que no han logrado despojarse de la toga y el birrete al momento de escribir.