Raquel Gaio: Estoy rota, intento dar alguna espesura al desierto, al animal inmenso que me atraviesa
Grafógrafxs entrevista a Raquel Gaio, por Sergio Ernesto Ríos
Sergio Ernesto Ríos: Por tradición, al menos para los lectores foráneos la poesía brasileña es coloquial, divertida y sencilla; pero en tus poemas hay otra vía, son poemas duros, herméticos, sobre el dolor, y justo buscan hablar del dolor, la duda, juntar palabras en imágenes y asociaciones nuevas. ¿Puedes contarnos un poco de esto?
Raquel Gaio: Siempre es curioso pensar en una tradición, me parece importante y necesario reflexionar y cuestionar los sistemas, los mecanismos e instrumentos que vuelven una vía/vertiente/forma más visible, y por lo tanto más leída que otras. ¿Quién dispone qué cosa para ser leído/circular? ¿Dónde? Cuando una vertiente tiende a representar un panorama encuentro esto problemático porque cae en una aparente homogenización que no existe. Todos los cortes serán siempre precarios, así como las lecturas. Digo esto porque la literatura brasileña contemporánea es vasta, hay muchos procesos que no salen a la luz por innumerables factores, como políticas públicas, inseguridad y elegibilidad. Me gustaría mencionar poetas brasileños contemporáneos que escriben desde una vía que tal vez sea poco conocida: Roberta Tostes Daniel, Mar Becker, Priscilla Menezes, Bruna Mitrano, Isadora Krieger, Carla Carbatti, Amanda Vital, Mariana Basílio, Anna Orfeu, Diogo Cardoso, Augusto Meneghin, Jefferson Dias, entre muchos otros. Creo que mis poemas sugieren ese dolor, como mencionaste, tal vez porque escribo con la herida y no necesariamente herida. Creo que mi poética se mueve por el desposeerse, el espanto, el asombro que muchas veces siento delante de lo impronunciable y de lo ineludible. Estoy rota, intento dar alguna espesura al desierto, al animal inmenso que me atraviesa.
Sergio Ernesto Ríos: Creo que esta poética “herida” va acompañada de cierto tono espiritual, la extrañeza y la idea de nombrar de nuevo las cosas, imágenes sin explicación, las preguntas a contramano del sentido, del engranaje de la máquina. ¿Piensas en el poema como un tipo de trance, visión?
Raquel Gaio: Ciertamente a contramano de la máquina. Puedo decir que el poema es una especie de trance trabajado, es necesario el tiempo y escuchar, lo que muchas veces nos falta debido al engranaje de la vida impuesta. Siento que mi cuerpo necesita estar abierto y atento a su propia escucha, a sus lecturas y precariedades, y eso envuelve su desgaste con el mundo, con lo indomesticable. Creo que es en este sentido que trabajo el lenguaje, intentando crear una comunicación posible hacia aquello que nos rodea y escapa.
Sergio Ernesto Ríos: Siendo también artista visual, ¿cuáles son las diferencias y semejanzas entre una fotografía y un poema para ti?
Raquel Gaio: Tanto en la fotografía como en la escritura busco la dimensión de lo poético, de lo invisible, en un intento de atrapar alguna imagen que está oculta, investigando en el cuerpo y en los objetos sus formas y texturas, abriendo así otros paisajes y profundidades. La imagen fotográfica es una forma de experimentarme, de “ficcionar” el mundo; hay una escritura ahí, la del gesto, del estremecimiento. En ese sentido, no hay separación entre los lenguajes, pero sí en la forma de mostrarlos al mundo, en la configuración interna de cada cosa, en sus códigos, aunque yo no domine ninguno.
Sergio Ernesto Ríos: ¿Cuál fue el contexto en el que creciste? ¿La ciudad y la familia tienen alguna relación en tu búsqueda en el arte?
Raquel Gaio: Crecí en una familia de clase media baja, en la que nadie tenía relación con el arte o literatura, aunque yo entrara en contacto, por ejemplo, con la obra de Clarice Lispector por medio de mi padre al encontrar un libro de ella en su armario; sin embargo, nunca hablamos sobre eso de forma consciente. Pero crecí con acceso a los libros, espacios culturales, lo que es un privilegio para quien vive en una ciudad tan desigual como es Río de Janeiro.
La familia, la intimidad y la memoria son instrumentos poéticos evidentes en mi oficio, tanto en la poesía como en las artes visuales. En mi caso, en mi familia siempre hubo dificultades de comunicación en diversas esferas, tal vez por mirar las cosas por el sesgo de lo sensible, lo que está visto como algo alienante o como una tontería debido a la lógica de la sociedad en la cual vivimos, que hace que tengamos mucho cansancio y poca atención de nuestros cuerpos o incluso elaboraciones de experiencias que vivimos.
Estas dificultades de comunicación generaron muchos conflictos, lo que me hizo percibir más claramente y a lo largo del tiempo que mi poética estaba/está vinculada a lo doméstico y a lo que circunda, a lo primordial de los cuerpos, a la composición de una voz.
Sergio Ernesto Ríos: ¿Tienes algún recuerdo determinante sobre tus comienzos en la poesía?
Raquel Gaio: No recuerdo algún hecho determinante, creo que fui negando el sistema que me ronda, sintiendo que las posibilidades de vidas no deberían ser apáticas y repetitivas, lo que lleva a un sistema de mortificación de nuestros cuerpos. Entonces, mediante el cuestionamiento, el espanto, el sentimiento de desplazamiento y de la precariedad de lo que soy, comencé a tensar mi cuerpo en el mundo, volviéndome una mujer abismo, intentando construir en él y con él fracturas y desvíos. Es cierto que, aun así, me mortifica de diversas formas, pero siento que el trabajo creativo es mi sustento y mi salud en esta geografía árida.
Traducción de Sergio Ernesto Ríos.
Raquel Gaio (Río de Janeiro, 1981). Es poeta y artista visual. Escribió los libros manchar a memória do fogo (Uratau, 2019) y das chagas que você não consegue deter ou a manada de rinocerontes que te atravessam pela manhã (Editora Patuá, 2018). Desarrolla trabajos entre la fotografía, performance e instalación para dialogar con lo perecedero, el tiempo, la memoria y la fragilidad.