Alice Cooper, zombis y Luis Alberto Arellano
Rocío G. Benítez
La familia de Luis Alberto Arellano (1976 -2016) decidió regalar su biblioteca a los amigos del escritor. Entre esos amigos está Oliver Herring, quien amablemente me compartió de sus libros. Él ya tenía separados algunos, pero me permitió echar un ojo a todas las cajas bajo su resguardo. Me interesaba ver si tenían anotaciones en los libros, pero Arellano no era de esos tipos. Pensaba que podría encontrar algún papel que exhibiera algo importante, algo que nunca hubiéramos imaginado de él. Encontramos sólo un boleto de avión a Tijuana y fotografías de una boda, en donde se atestigua que sí iba a las fiestas familiares.
Entre los libros que escogí para llevarme a casa está el Tomo XVII. Los héroes. Junta de sombras. Obras completas de Alfonso Reyes. En la página 73 de dicho libro encontré una RockCards de Alice Cooper. En la tarjeta se ve la imagen del músico, pelo largo alborotado, mirada fija, labios y quijada tensos. Con una mano cubierta por un guante negro, sostiene unas esposas. En el hombro contrario trae una chamarra de cuero que luce el rostro del mismo Alice Cooper, la mitad está convertida en calavera. Una daga incrustada en la sien. Y en la descarnada barbilla hay un pequeño beso pintado en rojo.
¿Qué mensaje dejó Luis Alberto aquí?
En esa página 73, se lee:
Toda fundación de ciudad comienza con un sacrificio: en el caso, una vaca en aras de Atenea. El sacrificio necesitaba agua en abundancia. La fuente cercana estaba guardada por un dragón. El dragón era hijo de Ares. Cadmo tuvo que darle muerte. Por consejo de Atenea, le arrancó los dientes y los sembró en tierra, de donde nacieron unos guerreros armados […] Cadmo lanzó entre ellos una piedra, ocultándose, de modo que ellos se culparon entre sí, riñeron, y se dieron muerte unos a otros con excepción de cinco supervivientes. Equión, Udeo, Ctonio, Hiperenor y Peloro. De ellos provienen los Espartanos y “hombres enterrados”, de quienes arranca la nobleza cadmea. Su casta se distinguirá siempre por un lunar o marca de nacimiento: una punta de lanza, como si se previera ya la pica que había de atravesar más tarde los pies de Edipo.
Volviendo a los libros de Luis Alberto, y teniendo en mente la referencia número 73, encontré el poema “Una roca por mitades”, que dice:
Tiembla /cielo / han llegado / son los bárbaros que asoman / al horizonte de la acrópolis / […] Son ellos, los bárbaros, después de tanto desenlace / ellos sabrán qué hacer / con nuestros dioses, mudos y furiosos / los desbocados augurios / y el silencio sospechoso de las aves. / Ellos podrán, lo sabemos, aliviar / los despojos de nuestra ruina.
En los primeros libros de Luis Alberto son evidentes las referencias bíblicas, y las insinuaciones mitológicas resaltan en diversos momentos de su obra. Todo en busca del origen, del ser, de razones exactas, vistas desde su ojo crítico y escritas a su manera.
¿Qué pasó para que Luis Alberto diera un salto mortal de Erradumbre, De pájaros raíces el deseo, a escribir Plexo y otros poemas de extraterrestres y zombis?
Por supuesto que se lo pregunté.
Respondió que era una forma de exploración. “Estoy explorando formas de negar el yo convencional lírico”, dijo. También sentenció que era una burla.
En su poema “MALAS PALABRAS” escribió:
En caso de reventar por los costados:
1 Calme a la persona de su extrema derecha
1.1 Si llega a salpicar, pida disculpas
2 Hidrate el área purulenta
2.1 Utilice sólo agua o Sidra
2.2 Lance chorros regulares al área infectada
3. Reconozca que es un zombie
3.1 Diga en voz alta: Mi nombre es Luis Alberto Arellano y soy un zombie
El poema surgió en las redes. Aficionado al Twitter, encontró en ese medio un trampolín para gritar, si es que era necesario (y aunque no lo fuera, también), detonar palabras y a partir de la exposición, crear.
Cada uno de sus libros refleja, sin duda, diferentes etapas, procesos de experimentación que variaron según el proyecto alterno que tenía o el lugar donde se encontrara. Aunque en realidad Arellano nunca salió de Querétaro, se fue por algunos años a radicar a San Luis Potosí, pero al final regresó a casa. Se entiende entonces que existieron en vida múltiples Luis Alberto Arellano, y no sólo un hombre.
Luis Alberto Arellano se llamaba a sí mismo el Niño Terrible de la Literatura Queretana y siempre enalteció su fama. Estudió psicología sólo para darle gusto a su papá, quien le exigió tener una carrera. Se dividía entre ser poeta, editor, ensayista, traductor, rockstar, fan del wéstern, cómic, videojuegos, extraterrestres, zombis. Autor de Plexo, De pájaros raíces el deseo, Erradumbre, Nómina de huesos, La doctrina del fuego, Bonzo, y Grandes atletas negros. Coautor de la antología de poesía en Querétaro Esos que no hablan pero están. Su último libro publicado, Rafael Lozano, Mensajero de Vanguardias, es testigo de que el poeta queretano se adjudicó una placa de detective. Además, la investigación le sirvió para obtener su doctorado. Lozano era poeta y traductor, prácticamente desconocido, y Arellano se dedicó a indagar en archivos ya olvidados, para traerlo a la luz presente:
En 1922 Lozano comienza su proyecto más ambicioso, la publicación de Prisma, Revista Internacional de Poesía, entre enero y agosto. Esta será la primera revista mexicana dedicada por entero a la poesía. La revista se imprimía en Barcelona, se configuraba en París y se distribuía en México.
Lozano no era cosa menor. Arellano lo sabía. Rafael Lozano, Mensajero de Vanguardias, publicado en 2018 por la Unidad de Publicaciones de El Colegio de San Luis, es un libro que nos acerca a las obsesiones de su propio autor. Otro libro que resulta indispensable para acercarse a la obra de Luis Alberto es Fotogramas del ocio Clase B, un compendio de ensayos, una conversación relajada. En uno de los textos, “Cuerpos dolientes y poesía”, cuenta sobre el taller de creación literaria que dio en el reclusorio estatal de Querétaro. “Cada lunes en ese pasillo me preguntaba si no valía la pena dejarlo y no volver la siguiente vez. Al llegar al último control ya no tenía dudas de si volvería o no. Lo hice durante dos años”.
Dejar la literatura, de tajo y sin mirar atrás, es algo que Arellano se cuestionó varias veces. Lo platicamos. Pero siempre había más razones para no dejar de escribir. Entre esas razones se encontraban los amigos que la misma literatura le proporcionaba. Y son los amigos los que han hecho la invitación para escribir este texto, que espero sirva como aliciente para encontrarse frente a frente con la obra de Luis Alberto Arellano.
Rocío G. Benítez (Querétaro, 1982). Es periodista y poeta. Ganadora de la primera edición del Premio Iberoamericano de Poesía “Minerva Margarita Villarreal” (2020) con el libro de poemas Donde una vez tus ojos ahora crecen orquídeas. Es autora de Muina (Herring Publishers, 2015) y Entre Darwin y Guadalupe (Instituto de Cultura del Municipio de Querétaro, 2007).