Operación al cuerpo enfermo
(fragmentos)
Sergio Loo
6:00 a. m. en ayunas. Visto sábanas viejas de hospital; rasgadas, rotas. Me llevan en camilla al quirófano. Martes. Puertas, pasillos, puertas, pasillos. Luces. Llegamos. Me dicen que suba a la charola, que me acueste de costado y abrace mis piernas. Se presenta la anestesista: morena, delgada, 34 años aproximadamente y quizá 1.60 m. Me dice su nombre, pero no puedo retenerlo. Que abrace mis piernas fuertemente. La inyección es justo en medio de la espalda, directo a la médula.
No me duerme de golpe como yo pensé.
Sigo despierto y no siento la anestesia. Me preocupa.
Llega el médico. Llegan otros médicos. Me rodean. Les pregunto y no responden. Ponen un chupón conectado a un cable conectado a una máquina para que indique mi funcionamiento cardiaco y pulmonar. Con una sábana me tapan la vista para que no pueda ver mi pierna a punto de ser intervenida quirúrgicamente. Tiene un cáncer, sarcoma de grado intermedio, que le van a extirpar.
Tengo la carne abierta. Soy carne abierta.
No veo y no siento, pero por el balanceo de la pierna sé que han hecho el primer corte. Tengo el pie al aire, colgando, sostenido por una cuerda. No siento el bisturí, pero sí la presión que ejerce.
Temporal
Pensaba que era un músculo. Pensaba que un músculo se puede desarrollar sin que implique un problema de salud. ¿No puede uno simplemente estar mal hecho? No, dice el doctor, mientras firma una nota ilegible en la que me envía al oncólogo. ¿Oncólogo? Oncología: véase problemas. En los brazos tengo unas bolitas de grasa, las membranas de mis manos son particularmente grandes, los lóbulos de mis orejas no están del todo desarrollados, me truenan los huesos con facilidad, tengo canas desde los diez u once años. ¿Por todo eso me tengo que preocupar también? ¿Son síntomas de males que me asechan y que en cualquier momento se revelarán como incurables? ¿Todo debe tener una cura? ¿Todo debe estar sano? Por supuesto, un doctor no entiende de enfermedades: las elimina. No sé qué les pasa que se les olvida que tomar medicamentos cada ocho o doce horas, si bien no es un martirio, tampoco es emocionante. Y uno espera que esa tos, esa resequedad, esas flemas, esa comezón se pasen solas, igual que un día lluvioso o una mañana soleada. O se integren a uno como la calvicie o la pobreza. No, dice el doctor, y me entrega un pase para que me hagan estudios.
Tríceps Braquial Derecho
El cirujano me hará una biopsia. Una muestra de mi carne o mi no-carne será examinada por laboratoristas para situar mi cáncer en un abanico de posibilidades. El médico está nervioso. Se pone guantes. Me dice que me descubra la pierna. Me talla con un líquido, anestesia local, para después inyectarme otra anestesia: esto va a doler. ¿La anestesia o la biopsia? Ambas. Inyecta. El tumor no reporta mayor picazón, pero el médico está nervioso. Está nervioso. La enfermera asiste al médico colocándose detrás de él. Esa es su función técnico-moral. No comienza a hacerme efecto la anestesia cuando saca el bisturí y hace una pequeña, mínima, micrométrica incisión. Forma un triángulo diminuto que… Los oídos. Escucho un motor. Escucho un gran motor en mis oídos y le doy aviso al doctor. Mi voz suena tan fuerte como un segundo motor. Mis oídos. Escucho un motor, le digo, muy fuerte, subiendo la voz para que alcance a escucharme, le digo. Y él me pregunta de dónde viene el motor.
a) De la anestesia: me está provocando un trance por el cual accedo al cosmos.
b) De la anestesia: que igual que el jodido cloruro siempre se me va a los oídos y me provoca risa.
c) De la anestesia: no puedo evitar la risa y la enfermera me mira moralmente y el doctor (nervioso) no sabe qué hacer con un paciente riendo en plena biopsia. Propuesta: que me pongan más.
d) Uy, mejor ya no le sigo porque el médico está enojado (y nervioso).
Termina la biopsia. El médico se muestra enojado y la enfermera indignada. Yo, sigo sonriendo. Han transferido la muestra a un frasco y, delicadamente (es decir, con asco profesional), la enfermera se lo lleva. El chiste (la biopsia) ya se acabó, me dice el doctor para que me baje de la camilla, me cubra la pierna y vaya con él al escritorio. Y justo ahí veo un ventilador blanco funcionando, apacible, lento, pequeñito y fugaz, en armonía con el cosmos.
Maxilar Inferior
Veo la muestra de mi biopsia de mi pierna. Un diminuto triángulo, una pirámide chiquitita flotando en un frasco lleno de alcohol. Recuerdo las tardes adolescentes en las que me tasajeaba los brazos escuchando a Sopor Aeternus a todo volumen. Las cicatrices y las llagas surcándome los brazos. Orgullo: yo lo hubiera hecho mejor.
Tarso
Esta es una silla. Este, un helecho. Este es un cuchillo en mi brazo. Este, mi brazo. Esto es aquí. Esta es Cecilia dormida en el sofá. Este, el sofá. Este es un tenedor. Esta es una motocicleta flotando en el aire después de chocar. Esto es el aire. Esto es el humo adentro del aire. Esta es mi nariz. Estos somos nosotros. Este es un piano. Esta es mi tristeza del quererte separar de mí, Pedro. Este es un martillo. Esta es Cecilia observándonos. Esta es Cecilia acercándose entre el aire y entre el humo hasta nosotros a paso contundente. Esta es Cecilia besándonos, frotando su nariz contra nuestra nariz. Esta es mi voz. Estos son tus oídos que escuchan mi voz. Este es nuestro entorno. Este es un pulpo que nos abraza para despedirse de nosotros para siempre. Esto es un adiós. Esta es la lejanía que siento aunque estés adentro, a un lado. Esta es una larga lista de lo que digo para que exista. Esta es la enumeración infinita de lo que hay y lo que sucede para que siga existiendo. Este es el inicio, el origen que no acaba y está acabando conmigo. Esta es nuestra separación. Esta es la forma que conozco para que las cosas existan. Este es el verbo nombrar y significa traer o hacer presente. Este es el presente que se está enunciando. Este es el origen de las cosas y su conocimiento. Esta, su abolición.
Clavícula
Esta es la historia de un sarcoma en mi pierna izquierda que casi me rompe el fémur. Esta es la historia de cómo casi me tienen que mutilar una extremidad. Esta es la historia de lo que pensaba hacer si me cortaban la pierna. Esta es la historia de mi cuerpo desnudo siendo operado, abierto, anestesiado y zurcido para sanar. Esta es la historia de todas las historias lindas que me contaría la gente una vez me hayan diagnosticado la amputación. Esta es la historia de los días de recuperación, del tubo que drena la sangre sucia.
Píloro
Esta es la historia de mi enfermedad. Apropiación del enemi- go. Acogimiento. Esta es mi historia estando enfermo: soy un enfermo. El doctor de blanco salvaje, alto, de mirada generosa, localiza y marca el tumor. Mi tumor, tan mío como mi cabeza o mis pulmones, que quizá más lentamente, pero también me quieren matar.
Puente de varolio
Mi enfermedad es lenguaje. Se contrae mediante la palabra. Se propaga mediante la palabra al receptor: comunicación: infección. Solté los hechos: tengo un sarcoma a punto de romperme el fémur de la pierna izquierda, le dije a mi familia: infectados. Lo mejor es hablar, aseveran. La paz interna está en el entorno, afirman: atmosférico: es decir, todos necesitamos hablar. Vas a estar bien, me dicen. Te vas a curar, declaran. La felicidad es una sintaxis convexa, positiva: voy a estar bien, me repito una vez cada ocho horas después de los alimentos. Voy a estar bien, replican con sus manos en mi hombro. Palmaditas en la espalda o solidaridad: comunicación positiva: la enfermedad como un proceso desmontable mediante el optimismo.
Intestino grueso
(recto)
Al ser detectado el sarcoma, la enfermera, para llenar su listita, pregunta: ¿Edad? (28) ¿Fuma? (No) ¿Bebe? (Sí, algo) ¿Entonces sí bebe? (Sí, algo) ¿Pero, hasta la ebriedad? (...) ¿Padece de enfermedades cardiovasculares? (No) ¿Diabetes? (No) ¿Algunos de sus parientes padece diabetes? (No, ya están muertos) ¿Alguno de sus familiares ha padecido o padece cáncer? (Mi madre). Y mi madre me mira con un sentido de culpa irracional. Mi padre, con satisfacción.
Paladar
Yo pensaba que era un desgarre. La verdad, nunca había sentido uno, nunca he sido de grandes actividades físicas, así que muchas cosas, incluso un calambre, me son ajenas. Mi padre es doctor, así que sistemáticamente no creo en los doctores. Revisé en internet y encontré que un desgarre se ajustaba perfectamente a lo que tenía: “Dicho de una cosa: causar gran pena o despertar mucha compasión: ‘aquel suceso le desgarró el corazón’ || Dicho de una persona: apartarse, separarse, huir de la compañía de otras”. No pensé que fuera grave. Gravedad: “importancia ‘gravedad del negocio”. Se supone que en cuatro o cinco días el desgarre iba a estar más que sanado. Mucha paciencia, descanso y hielo. Antiinflamatorios. Pero el dolor no disminuyó en una semana, ni en dos.
Sergio Loo (Ciudad de México, 1982-2014). Poeta y narrador. Autor de los libros de poesía Claveles automáticos (Harakiri ediciones, 2006), Sus brazos labios en mi boca rodando (FETA, 2007), Guía Roji (IVEC, 2012), Postales desde mi cabeza (UANL, 2014) y Operación al cuerpo enfermo (Ediciones Acapulco, 2015), así como de las novelas House: retratos desarmables (Zeta, 2011) y la póstuma Narvarte pesadilla (Editorial MoHo, 2017).