Ventana del caos
Murilo Mendes
1
Todo se pasa
En Egiptos de corredores aéreos
En galerías sin lámparas
A la espera de que Alguien
Repercuta el violoncelo
—¿O tu corazón?
Azul de guerra.
2
Telefonean embrujos,
Telefonean lamentos,
Inútiles encuentros,
Remordimientos y bostezos.
¡Ah! Quién telefonearía el consuelo
El puro rocío
Y el carruaje de cristal.
3
Tú no cargaste pianos
Ni cargaste piedras
Mas en tu alma subsiste
—Nadie se acuerda
Y las playas antecedentes oyeron—
El canto de los cargadores de pianos,
El canto de los cargadores de piedras.
4
El cielo cae de las palomas.
Ecos de una banda de música.
Vuelan de la casa de los expósitos.
No serás antepasado
Porque no tuviste hijos:
Siempre serás futuro para los poetas.
A lo lejos el mar reducido
Balando inocente.
5
Armonía del terror
Cuando el alma destruye el perdón
Y el ciclo de las flores se cierra
En lo particular y en lo general:
Ningún sonido de flauta,
Ni tampoco un templo griego
Sobre colina azul
Decidiría el gesto recuperador.
Hambre, litoral sin coros,
Duro parto de la muerte.
La tierra se abre en sangre,
Abandona el blanco Abel
Oculto de Dios.
6
La infancia viene de la eternidad
Después sólo la muerte magnífica
—Destrucción de la mordaza:
Y tal vez ya la hubieses entrevisto
Cuando jugabas con el trompo
O cuando desmontaste el escarabajo.
Entre dos eternidades
Balancéanse espantosas
Hambre de amor y la música:
Ruda dulzura,
Último pasaje libre.
Sólo vemos el cielo por el reverso.
7
Cae de las sombras de las pirámides
Este deseo de obscuridad.
Enigma, inocencia bárbara,
Pájaros galopando elementos
Del cielo profundo
Irrumpen nubes ecuestres.
¿Dónde están los brazos comunicantes
Y los paracaidistas de la justicia?
Vultos encorazados presiden
Al sabotaje de las harpas.
8
¿Qué esperan todos?
El viento de los crímenes nocturnos
Destruye augustas cosechas,
Aguas ásperas bravías
Fertilizan los cementerios.
Las madres desocupan del vientre
Los fantasmas de otra guerra.
Ningún vestigio de alianza
Sobre la mesa aniquilada.
Olas de púrpura,
Levantaos del hombre.
9
Penacho del alma,
Antigua tradición futura:
¿Si el alma no tiene penacho
Resiste al Destructor?
10
La velocidad se opone
A la desnudez esencial.
Para merecer el rompimiento de los sellos
es preciso trabajar la corona de espinas.
Si no te abandonan por ahí,
Solo, con los cadáveres de tus libros.
11
Péndulo que marcas el compás
Del desengaño y soledad,
Cede el lugar a los tubos del órgano soberano
Que sobrepasa el tiempo:
Pulsación de la humanidad
Que desde el origen hasta el fin
Busca entre tedios y lágrimas.
Por la carne miserable,
Entre collares de sangre,
Entre incertezas y abismos,
Entre fatiga y placer,
La bienaventuranza.
Más allá de los mares, más allá de los aires,
Desde los orígenes hasta el fin,
Más allá de las luchas, embaladores,
Coros serenos de voces mezcladas,
De esperanza honda y blanca armonía
Subiendo van.
Traducción de Sergio Ernesto Ríos
Murilo Mendes (Minas Gerais, Brasil, 1901). Colaboró en algunas revistas de vanguardia brasileña. Entre sus libros publicados se encuentran Convergência (1970), Poliedro (1972), menino expermiental (1979) y Janelas verdes (1989).