ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Cinco poemas de Miyó Vestrini.
Selección de poemas de Geraldine Gutiérrez Wienken[*]

Miyó Vestrini

 

 

Ternura

 

Somos teclear de lluvia.

Agonía de los lagartos.

Manos de carbón.

Caracoles de azogue.

La partida de un niño,

un perro doloroso

una hoja muerta.

Somos hombres

sin sílaba

sin sombra

sin lápiz.

Árbol sin viento

y sin ancla

que devoraste nuestras palabras

nuestros limoneros.

Camino de algas y mariposas

que truncaste

el silbido del hombre crucificado.

Somos

aceras mojadas

plegarias de surcos,

Ternura.

 

 

 

Los viajeros

 

Agitamos la ternura anclada en los parques

como un insecto en una caja de plomo.

 

Nuestros caminos han perdido sus lagartos que

partían de los ríos hacia el asfalto rojo.

En algún lugar remoto

las fronteras juegan con los perros hambrientos.

 

Amamos los bances devorados de piernas y el

muchacho negro que le silba a la niebla.

 

No obstante el grito se estrangula en nuestros dedos.

No obstante las iguanas cargadas de miel

se devoran en los surcos.

 

He aquí el llanto de los trenes que cruzan las

estaciones sin detenerse.

 

Y queremos partir sobre la cubierta de un monstruo.

Sobre las manchas de petróleo que flotan en el agua.

Sobre los halcones que no crecen en las esquinas.

Y nos quedamos,

aferrados silenciosamente al silbido del muchacho negro.

 

Maracaibo, marzo 56

 

 

 

Soledad

 

a Gloria Reyes, afectuosamente         

 

Soledad es simplemente

ese viejo marinero que nos habla de las Serpientes del Sur.

 

Es simplemente esa plegaria que se pronuncia

al pasar cerca de un mendigo.

 

Soledad puede ser

cualquier lagarto arrodillado;

cualquier ciudad que agoniza poblándose de emigrantes

y de mujeres desnudas.

 

Soledad yo te invoco.

Y la lluvia danza a mi alrededor.

 

Sobre todas las cosas del olvido clavas tu aullido de niño muerto

y no obstante,

cada vez que te invoco

sólo me traes el gesto de aquel adolescente que quería morir

bajo los puentes.

Resucitaste una tarde

mientras yo le mentía al joven desconocido y él me hablaba

de una casa extraña

donde los ancianos daban grandes banquetes y ofrecían sacrificios.

Resucitaste soledad.

Conocí entonces el nombre del que me hablaba,

comprendí que la casa extraña

no era sino una vieja palabra cuya ternura utilizaban

mis antepasados para enamorar a las bailarinas del fuego.

Descubrí la mentira del tranvía que devoraba al estudiante.

 

Y nuevamente Soledad

me levanté contra todas las ventanas del mundo,

contra todas las palmadas dadas en los cinematógrafos.

Me levanté soledad.

Y la lluvia danzó a mi alrededor.

 

Maracaibo, junio de 1956

 

 

 

XIII

 

a Germán

 

Si yo hubiera tenido un padre borracho y alegre,

un padre de esos que cruzan el páramo a caballo,

dejando que el frío cale hondo,

el desconsuelo sería más pequeño.

Si yo hubiera tenido un padre burlón,

de esos que llegan de madrugada

buscando el fogón prendido

y el café

y la cobija caliente,

sabría cantar, beber, enamorar

como lo hacen todos los padres de pueblos.

 

 

 

XX

 

La tristeza

amanece

en la puerta de la calle.

No en vano

he sido tan cruel,

no en vano

deseo

cada tarde,

que la muerte sea simple y limpia

como un trago de anís caliente

o una palmada cuyo eco se pierde en el monte.

 

Miyó Vestrini (Nîmes, Francia, 1938). Dirigió la página de arte del diario El Nacional, así como la revista Criticarte. Obtuvo el Premio Nacional de Periodismo de Venezuela en 1967 y en 1969. Entre sus libros se encuentran Las historias de Giovanna(1971), El próximo invierno (1975), Pocas virtudes (1986), Valiente ciudadano (1994), Es una buena máquina (2015) y Órdenes al corazón (2001).

 

 

[*] Estos poemas fueron publicados en los libros El encierro del espejo (Editorial Blanca Pantin, 2002) y Todos los poemas (Monte Ávila Editores, 1994).